Cambia tu historia, cambia tu vida
Y cómo las narrativas que nos contamos sobre lo vivido determinan quiénes somos
La Travesía de hoy la escribe Mariana Costa, co-founder en Laboratoria+
Hace más de dos años que escribo todos los meses en este newsletter. Lo comenzamos con la intención de compartir historias reales de la travesía de crecer como profesionales y mujeres, pero en el camino me dejó un regalo inesperado: redefinir quién soy.
Me doy cuenta que narrar las historias de mi propio camino de crecimiento como emprendedora, como líder y hasta como mamá, me ha llevado a construir mi identidad con una claridad que no tenía antes. Me he reconocido valiente en mis experiencias de liderazgo, honesta en mi maternidad, y resiliente en mi camino a ser deportista. Con todo lo bueno y lo malo que he vivido en los últimos años, escribir me ha permitido hilar mis vivencias bajo una nueva luz en la que soy una protagonista fuerte. Me ha ayudado a hacer sentido de lo vivido, y en ese proceso, he consolidado una nueva mirada de mi misma.
¿Cómo puede haber pasado algo tan profundo, de una experiencia aparentemente tan simple como sentarme a escribir? Pues porque más que los hechos objetivos que nos ocurren, lo que define nuestra identidad es el sentido que les damos a través de nuestras historias. Lo que creemos sobre nosotras mismas —quiénes somos, nuestro potencial, nuestra fortaleza— está mediado por la forma en que narramos, consciente o inconscientemente, lo que nos pasa.
Cambia tu historia, cambia tu vida
Jonathan Adler, psicólogo social que investiga el impacto de las narrativas personales, explica que existe una correlación entre el tipo de historia que nos contamos a nosotras mismas y nuestros niveles de satisfacción en la vida. Para Adler, independientemente de lo que hayamos vivido, hay dos categorías de historia en las que caemos:
Las historias que comienzan mal, dado los desafíos enfrentados, pero terminan bien, pues nos vemos con orgullo al haberlos superado, o entendemos que gracias a esos desafíos nos transformamos y llegamos a un mejor lugar. Estas son historias de redención (redemption stories), y están asociadas con mayores niveles de satisfacción, mayor optimismo en la vida, y un alto sentido de propósito y agencia.
Por otro lado, están las historias que comienzan bien, pero terminan mal, pues nos vemos derrotadas, víctimas de las circunstancias, o insatisfechas con la vida. Estas son historias de contaminación, y están vinculadas a niveles más altos de depresión e insatisfacción.
Lo fascinante es que si bien no podemos cambiar la realidad objetiva, si tenemos la capacidad de editar nuestras historias. ¿Qué significado le damos a lo que vivimos? ¿Qué conexiones hacemos entre las distintas partes de nuestra vida? Como explica Adler, si nuestra vida es un libro, ¿a dónde termina y comienza cada capítulo? De todo esto depende si nos contamos historias de derrota, de triunfo o de aceptación. En la manera en la que hilamos e interpretamos nuestras vivencias se va tejiendo nuestra propia identidad.
No dudo que todas aquí hemos pasado desafíos inmensos como un despido, el cierre de un proyecto importante, no lograr algo que realmente queríamos. Piensen por un momento en alguna de estas experiencias desafiantes: ¿cuál es la historia que inconscientemente se vienen contando a ustedes mismas? Los desafíos que vivieron, ¿valieron de alguna manera la pena? ¿Terminan viéndose a ustedes mismas como más fuertes, o más derrotadas? Si identificas algunas historias de contaminación en tu vida - creo que en algún momento u otro todas caemos en ellas - ¿cómo podrías editar su final para transformarla?
Tejiendo nuestro futuro
Reescribir nuestras narrativas no implica ignorar los desafíos que hemos pasado o minimizar su impacto. Se trata más bien de reinterpretar nuestra historia con más compasión, significado y agencia. Y es importante hacerlo porque estas narrativas no sólo determinan cómo nos vemos y sentimos hoy, pero son la principal herramienta con la que construimos nuestro futuro. Influyen en los riesgos que estamos dispuestas a tomar, en cómo enfrentamos los desafíos, en nuestro relacionamiento con los demás y en cómo nos proyectamos en el mundo.
No se trata tampoco de contarnos historias felices, si no de encontrarle un significado a lo que hemos vivido, y cultivar una sensación de crecimiento. Es, como bien decía Steve Jobs, poder mirar atrás y entender que todos los puntos se conectan y por más desafiantes que algunos hayan sido, nos han hecho quienes somos hoy. Es ver el futuro con la confianza de saber que podremos gestionar lo que nos depare.
Narrativas familiares
Algo fascinante que aprendí escuchando a la psicóloga Robyn Fivush es que nuestras historias son tan importantes para nuestra identidad como para la de nuestras familias. Y es que nuestra identidad se forja escuchando las historias de nuestros padres y abuelos, que se convierten en una manera de entender cómo funciona el mundo y cómo encajamos en él. Cuando crecemos oyendo historias de resiliencia en nuestra familia, por ejemplo, estamos construyendo una nueva referencia y transmitiendo ese valor. Así, mediante narrativas intergeneracionales, vamos definiendo de dónde venimos y quiénes somos.
Esto me hizo pensar mucho en mi abuela materna. En mi familia siempre tuvimos historias sobre su coraje para desafiar las normas de sus tiempos. Se fue a vivir sola en sus veintes, se divorció en una época en la que hacerlo le quitó el habla de la mayoría de su entorno, y se atrevió a encontrar el amor nuevamente en sus sesentas. Sin haber sido consciente de ello, estoy segura que estas historias me permitieron verme como alguien que viene de una familia de mujeres valientes y por tanto, también lo es. Me deja pensando en qué historias quiero que escuchen mis hijos.
Las animo a todas a darse un momento para escribir sus propias historias y pensar qué valores e identidades transmiten. De nosotras depende cultivar la imagen propia que nos hará más felices.
Un abrazo,
Mariana
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