Septiembre llega con todas las fuerzas a la membresía de Laboratoria+. Tenemos nuevos círculos, nuevas mentoras, eventos presenciales de lujo para hacer comunidad y mucho, mucho más. Date un regalo y únete a aprender y compartir junto a grandes mujeres de toda América Latina.
Este post va dirigido a mujeres con hijos chicos.
En Travesías escribimos cada semana sobre el camino de crecer como mujeres en nuestras carreras profesionales, y la maternidad tiene un espacio en este newsletter porque pocas cosas me parecen tan admirables como seguir apostando por nosotras mismas en lo profesional, mientras navegamos el remolino de traer bebés al mundo.
Pronto mi hija menor va a cumplir tres años. Si bien aún no vemos la luz - como suelo decir riendo - estamos acercándonos al cierre de la etapa de ser padres de bebés. Con Herman, mi esposo, tenemos tres hijos bastante seguidos en edad, lo que significa que vamos ya más de 8 años de pañales, de malas noches, de enfermedades infantiles, de llantos intensos y falta de tiempo para tantas cosas que nos gustan y nos hacen bien. Porsupuesto que también han sido años maravillosos, llenos de amor, de ternura y de goce absoluto de ver a nuestros hijos descubrir el mundo y crecer. No cambiaría por nada mi vida con estos tres niños. A pesar de esa certeza, debo reconocer que estoy cansada. Aunque una parte de mi quiere detener el tiempo para seguir disfrutando a mis bebes chiquitos, otra está plenamente lista para cerrar el capítulo de madre de bebés.
La realidad es que ser mamá de hijos chicos (y no dudo que de adolescentes también, ya me llegará el momento) es un enorme desafío.
La memoria es sabia y suele recordar con nostalgia lo especial de estos años, pero quiero escribir para no olvidar lo retador que ha sido para mí y las mamás cercanas en mi vida. Quiero también hacerlo para no perder empatía con las que pasen por este momento cuando yo ya haya salido de él.
Suelo tener conversaciones sobre los desafíos de la crianza seguido, pero es tan parte de mi día a día que pocas veces doy un paso atrás para mirar lo que implica la maternidad con más perspectiva. Últimamente he escuchado las experiencias de muchas mujeres madres en Laboratoria+ y recordado la mía y la de mis socias y amigas con una mirada un poco más distante, y no dejo de admirarme de cómo sobrellevamos lo vivido.
Está Marisol, mi amiga querida que comenzó Laboratoria en Chile y unos años después tuvo a sus pequeñas (hace poco escribió sobre esa experiencia aquí). En los embarazos sufría tal nivel de hinchazón en las piernas que nos asustaba a todos en la oficina. Me acuerdo de haberla visto un día en un viaje a Chile y decirle: ‘Mari, nos vamos ya a la clínica, esto NO es normal’. No le cerraba ningún zapato pero ahí estaba, en la oficina.
O mi gran amiga también emprendedora Andrea, que tenía tantas náuseas en el embarazo que cuando salíamos a caminar, tenía que llevar una bolsa de plástico porque lo más probable era que vomite en el camino. A las dos nos parecía natural - habíamos pasado un par de veces por lo mismo. Hoy lo veo y me doy cuenta de la implicancia inmensa de esos cambios en nuestros cuerpos.
Está mi otra socia y amiga querida Gabi, que al poco tiempo de volver de su segunda licencia de maternidad tuvo que hacer un viaje importante por Laboratoria (ahora es nuestra CEO). Unos días antes de viajar se dio cuenta que su bebé de tres meses no quería aceptar el biberón por nada. La recuerdo intentando de todo: comprando docenas de boquillas distintas, su leche en gotero, casi termina recurriendo a la teta de su hermana que también tenía un bebé pequeño. Finalmente viajó con enorme valentía y el corazón apretado de angustia.
O yo misma, que aún no sé bien cómo, logré subirme a un avión tras aceptar una invitación para compartir un panel con el entonces presidente Barack Obama y Mark Zuckerberg cuando mi primera hija tenía apenas 16 días de nacida.
Estamos todas las que sufrimos de dolor en la lactancia. Las que nos hemos sacado leche en aviones, entre reuniones, y hasta manejado (¡mi expertise!). Las que hemos tenido a nuestros hijos hospitalizados en algún momento. Las que tienen un hijo con alguna necesidad especial y el mundo que eso implica. Está el aprender a vivir con el miedo de que algo le pasé a nuestros bebés, y el dolor inconcebible de aquellas a quienes les toca vivirlo. Están las que hacen malabares para cuidar y trabajar cuando no hay red de apoyo cerca. Las que no tienen flexibilidad y llegan a casa para encontrar a sus bebés dormidos. Las que crían sin pareja.
Cada maternidad es distinta pero me atrevo a decir que todas coincidimos en algo: es inmensamente difícil. Y si bien en ciertos entornos de madres esta mirada ya se hace más presente, creo que en el mundo laboral aún hay poco espacio para visibilizar los desafíos que la maternidad implica.
La importancia de ponerlo sobre la mesa
Por muchos años, los temas de crianza han tenido poco espacio en los entornos laborales porque las mujeres, que vivimos desde el embarazo más de primera mano lo desafiante de la experiencia, hemos sido minoría. Hoy, con la excepción de algunas industrias y espacios de liderazgo, ya no lo somos. A pesar de eso, la cultura laboral no siempre abre espacio para reconocer el tamaño del desafío.
La maternidad no se trata de un espacio privado que debe permanecer oculto, pretendiendo que nos comportemos como si nada hubiese cambiado tras volver de licencia. Ahora tenemos de fiel compañera a la culpa: la de no estar tan presente para nuestros hijos, y la de sentir que no podemos darlo todo en el trabajo. Creería que la mayoría de nosotras nos hemos sentido descolocadas en nuestras carreras durante esta etapa de aprender a ser madres y cuidar de bebés. ¿Pero si tantas pasamos por lo mismo, porque a la vez nos sentimos tan solas?
Pienso que en parte es porque no le damos espacio a la conversación de crianza en nuestras vidas profesionales. No pretendo que el mundo laboral se pause tras nuestra maternidad, pero si creo que es importante poner la conversación sobre la mesa con más naturalidad. Ser más reales respecto a las implicancias de la crianza. Que se entienda que la lactancia es difícil, que los bebés se enferman, que las personas que nos ayudan en casa para nosotras poder trabajar enfrentan también sus propios desafíos. Que desde nuestros entornos laborales se abra el espacio para promover la corresponsabilidad en la crianza. Que a pesar del espacio inmenso mental y de tiempo que ocupan los hijos en nuestras vidas, podamos sentir que el mundo profesional todavía es nuestro.
Fuerza para todas las madres de bebés por aquí. Que sepan que somos unas grandes. Un abrazo para cada una.
Mariana
Gracias Mariana por poner el tema sobre la mesa. Y felicitaciones por tu inspirador testimonio.