La Travesía de hoy habla del valor de la amistad y la escribe nuestra querida Naddia Schiaffino, co-líder del Book Club en Laboratoria+
La receta original
1. Incondicionalidad
Si tengo que pensar en la primera red de soporte que tuve en la vida, el ejemplo más claro que me viene a la cabeza, sin dudarlo, son mis hermanas Pamela y Vanessa. Los mejores recuerdos que tengo con ellas siempre son jugando. Hacíamos “campamentos” en nuestro cuarto usando las sábanas como carpas, jugábamos a las muñecas, a llevar a nuestros peluches al colegio en el bus, hacíamos castillos en la arena en el balneario de Ancón y mucho más. Ahora ambas viven en el extranjero y las extraño todos los días.
A pesar de ser hermanas y de siempre haber jugado juntas, nos peleábamos mucho, ¡muchísimo! Pero aún con las peleas, cuando les pedía que me ayuden en algo y habíamos discutido previamente, tendían a mirarme con ojos molestos, como evaluando qué tan grave era lo que había sucedido como para que yo vaya con semejante atrevimiento. Acto seguido me respondían con un “está bien, te ayudo”. El corazón siempre me saltaba de alegría. De alguna manera implícita, ellas también sabían que siempre iban a poder contar conmigo cuando lo necesitasen.
Con gestos tan simples como esos entendí que ser incondicional no se dice, se construye. Se teje en lo cotidiano, cuando el amor y la amistad no necesitan explicaciones ni exigen condiciones.
2. Escucha presente
¿Con quién me siento vista y escuchada sin ser juzgada? Inmediatamente, se me vienen a la cabeza mis dos mejores amigas del colegio - mis hermanas de corazón y de alma. Hemos pasado infinitos momentos juntas desde los 10 años. Somos cómplices de travesuras, de diversión, de estudios, y ahora también, cómplices en la crianza de nuestros hijos e hijas. Hace poco, en un momento de total exposición emocional, quise decirles lo que siento cuando compartimos tiempo juntas: “Sé que puedo contarles mis pensamientos más oscuros y no se van a asustar, no me van a criticar, no me van a abandonar; simplemente, me van a escuchar. Así yo saco eso que tengo en el alma y me siento más ligera”.
Esa es la magia de conversar sin juzgar: la otra persona se vuelve nuestro lugar seguro. Podemos bajar nuestras barreras y sentir el alivio de mostrarnos como somos.
3. Vulnerabilidad
Ya en mis 30’s, me di cuenta que fallaba en mostrarme vulnerable, sobre todo cuando conocía gente nueva. Participando de un retiro de meditación, yoga y escritura en Colombia, me enfrenté con este miedo. Por un lado, recuerdo la sensación de alivio al escuchar las historias de tantas mujeres pasar por lo mismo que yo, ¡no estaba sola! Todas estaban ahí por el mismo motivo: buscaban una nueva manera de sentirse cómodas en su propia piel. Por otro, aún sabiendo que estaba en un lugar seguro, no me sentí preparada para compartir mi historia.
Recuerdo de manera especial una dinámica en donde, una noche, prendimos una fogata, hicimos un círculo y cada una escribió, de forma anónima, situaciones que la hacían sentir vulnerable. Yo escribí dos:
1. Que me dolía ver envejecer a mis papás (años después aprendí y acepté que es natural).
2. Que la maternidad era muy dura para mí, y frecuentemente sentía una culpa muy grande (también aprendí que daba lo mejor de mí con la información que tenía y que eso era más que suficiente).
Chocolateamos los papeles y cada una leyó en voz alta el contenido. Me impactó ver en un ejercicio tan simple y directo que varias conectaban con lo que yo había escrito, así como yo también conecté con lo que muchas compartieron. Esa experiencia me dejó huella y me enseñó que la vulnerabilidad es la verdadera manera de generar conexiones auténticas y robustas con los demás. Para interiorizar esa lección, me tocó aprender a ser vulnerable conmigo misma y a aceptarme con mi luz y mi sombra.
La receta inversa
Mi tendencia a mostrarme perfecta hacía que proyecte un aire altanero y distante y ya no quería más eso. Me propuse cambiar y a medida que fui evolucionando, probé nuevas formas de tejer relaciones. Me di cuenta que la receta se tenía que preparar al revés. No podemos esperar incondicionalidad de las relaciones que construimos como adultas si antes no nos hemos atrevido a compartir quienes somos. Nos toca empezar fortaleciendo el músculo de la vulnerabilidad y la escucha presente, que muchas veces perdemos conforme vamos creciendo. Sin darnos cuenta, lo reemplazamos por el músculo de las expectativas, juicios y opiniones externas.
1. Vulnerabilidad
Decidí empezar a practicar mi lado vulnerable primero con mis amigas más cercanas. Compartía sobre mis verdaderos sentimientos, mis dudas, miedos y fracasos, ya sin mostrar caretas. ¡BOOM! Poco a poco, ellas empezaron a hacer lo mismo, y comenzamos a compartir desde nuestro corazón, a dejar de lado nuestra proyección de perfectas y nos empezamos a mostrar como verdaderamente somos.
Cuando descubrí la fuerza de ser vulnerable, la empecé a aplicar cuando conocía gente nueva. Así fue como conecté con una de mis primeras grandes amigas de Laboratoria+, Xime. Habíamos coincidido en algunos círculos sin tener más interacción y, un día, quedamos en encontrarnos en un evento sobre sostenibilidad en Lima. Como dos personas desconocidas, conversamos muy bien pero mi compromiso de conectar (soy cáncer) me hizo desear profundizar en la conversación. Decidí lanzarme y compartir cómo me sentía en ese momento: perdida en mi carrera profesional. Le conté que había pasado por un proceso de desvinculación muy duro y que aún estaba descubriendo hacia dónde deseaba reenfocar mi camino. Fue un punto de quiebre.
Desde ese día, no dejamos de compartir lo que nos pasa, nos juntamos a almorzar cada dos semanas y junto con Dani (ahora otra grandísima amiga), nos vemos todas las semanas para organizar el Book Club de Laboratoria+.
2. Escucha presente
Me encanta compartir con Xime porque me siento vista, escuchada y no juzgada. A pesar de conocerla hace relativamente poco, me siento segura, así como me siento con mis amigas más cercanas del colegio y la universidad.
Brené Brown nos enseña que escuchar sin juzgar y con atención plena permite construir relaciones basadas en la confianza y el respeto. Por supuesto, es una de las habilidades más difíciles de empezar a practicar pero no imposible de fortalecer. Cuando nos anticipamos a la respuesta y al juicio, lo que estamos haciendo es que la persona suba sus compuertas emocionales y se “guarde” más detalles de su historia para “no quedar mal”. Por el contrario, cuando le bajamos el volumen a la voz crítica, abrimos espacio a una conversación más fluida, sin miedo a que la otra persona nos pueda “herir” o juzgar por mostrarnos como somos.
3. Incondicionalidad
Con nuestras hermanas/os, nuestras amigas/os del colegio y hasta de la universidad, nos unen experiencias más profundas, así como divertidas o incómodas. Aplicábamos la vulnerabilidad y escucha presente sin saberlo, casi de manera automática. El resultado con esas relaciones de años es que son incondicionales hoy.
No obstante, con nuestras nuevas amistades, el orden cambia. Primero generas conexión bajando barreras a través de la vulnerabilidad, después mantienes esa conexión con la escucha sin juicio y el resultado final es esa incondicionalidad. Xime me lo demuestra todo el tiempo, cuando me pregunta sobre cierta situación que le conté, cuando me acompaña en momentos especiales como el aniversario de uno de mis emprendimientos o a comprar los ingredientes para la cena en una cita.
El ingrediente secreto: reciprocidad
He resaltado mucho lo que mis hermanas, mis amigas de la toda la vida y las de los años recientes son para mí y cuanto me nutren. Todo lo hermoso que ellas me dan ha sido porque hemos formado un círculo virtuoso, ya que yo también deseo ser ese espacio seguro para ellas y lo cultivo cuidadosamente con detalles y situaciones en el día a día. No hace falta estar todo el tiempo en conexión, hablando, en videollamadas o reuniones. Los mensajes de ánimo el día de una presentación importante, el envío de memes para reírnos juntas, y el mostrarme presente cuando nos vemos ya son gran parte de mantener esa conexión viva.
Por eso, este post va dedicado a esas relaciones con hermanas y amigas que han estado ahí en los grandes momentos, y también en los no tan grandes. Y a esas nuevas amistades que llegan en esta etapa de la vida, con las que compartimos sueños, aprendizajes y conversaciones que nos impulsan a ser cada día más auténticas.
Que sigamos acompañándonos en este camino de ser y florecer.
Beso enorme,
Naddia
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Hermoso Naddia!! Mi mejor regalo siempre ha sido mi hermana y mis buen@s amig@s ♥️
Qué belleza ser parte de esta Travesía! Y qué fortuna conectar y trabajar nuestra escucha y vulnerabilidad en comunidad!