El post de hoy lo escribe nuestra querida Naddia Schiaffino, member de Laboratoria+ y escritora regular en Travesias
Hace unos años, cuando trabajaba para uno de los bancos más grandes del Perú, me invitaron a participar de una actividad de integración de equipo. Durante un fin de semana completo, convivimos alrededor de 50 personas para preparar una obra de teatro que presentaríamos el lunes al mediodía. Mi energía estaba enfocada en ayudar con lo que hiciera falta y cumplir con el objetivo de tener la obra lista.
Al culminar la obra, una actividad aparentemente trivial se convirtió en una de las grandes lecciones de mi vida. En un espacio de cierre, el coach que guiaba la dinámica nos pidió que compartiéramos con el resto del grupo quiénes éramos realmente. Nuestra historia. Recuerdo haber estado algo incómoda, pero haberme atrevido a compartir que fui mamá muy joven, y cómo a pesar del desafío que esto representó, gracias al apoyo incondicional de mi familia pude terminar mis estudios universitarios y avanzar en mi carrera profesional. Después de cada exposición de historia personal, respondimos una pregunta: ¿qué impresión inicial se llevaron de esta persona durante los tres días de convivencia, antes de conocer su historia? Las respuestas me sorprendieron: varias personas dijeron que me habían percibido como "altanera" o “distante”, pero, tras escuchar mi historia, su percepción cambió por completo.
Ese momento fue un punto de quiebre para mi. Entendí que abrirme —aunque me incomodara— generaba un tipo de conexión más empática y profunda. Abría espacio para entender sin juzgar. A medida que fui conociéndome, me di cuenta que esa careta de altanera o perfecta para encajar en las expectativas externas solo era una armadura. Mucho tiempo me había estado exigiendo demasiado para cumplir con lo que los demás esperaban de mí. Vivía en una desconexión profunda con lo que hacía y por qué y, sobre todo, con quién era.
El 2024 fue el año en que me propuse descubrir mi propósito profesional: atreverme a explorar en mi interior, entender para qué soy buena y qué realmente me gusta y, desde ahí, construir. Quería dejar de ir en piloto automático, aceptando cualquier oportunidad que apareciera. Esta vez, quería ser yo quien las creara, alineadas con mi esencia. Para lograrlo, primero tuve que hacer algunas tareas previas.
Limpiar la casa: soltar, cuestionar, liberar lo que no es propio
Una de las principales limpiezas que tuve que hacer fue aceptar que mi sueño de carrera profesional perfecta no era ser “directora en uno de los principales bancos del país”. Por más que quise hacerlo mi sueño, me di cuenta que era más de mi mamá que mío. Ella, con la mejor intención y pensado en lo mejor para mis hermanas y para mí, nos enseñó que la carrera profesional dentro de una empresa reconocida te da seguridad y prestigio.
Me di cuenta que estaba viviendo en mi hogar, pero este había sido armado por otras personas. Me dediqué a sacar las expectativas ajenas, los miedos heredados y creencias limitantes sobre cómo debía ser mi carrera profesional. Después de esa limpieza, pude reconocer lo que realmente me mueve de corazón y lo que me inspira en los trabajos y los proyectos que hago como profesional. Emprender era mi verdadero destino.
Decorar la casa: reconstruir, elegir lo que sí va contigo, darle identidad a tu espacio
Con más espacio en mi hogar, mente y corazón, empecé a decorarla y llenarla de lo que realmente me hace bien. Hacerla un reflejo de quién soy y también de la persona a la que aspiro a ser. Esto significó para mí tener una conversación incómoda con mi mamá (porque sentía que podía decepcionarla) y explicarle cuál es realmente mi camino.
Por primera vez, entendí que mi casa solo tenía que hacerme sentir bien a mí. Con esa nueva confianza en mí misma le expliqué lo que sentía. Me atreví a ser vulnerable con ella, mostrándole lo que me hizo llegar hasta aquí. Hacerlo me ayudó a honrar mi experiencia, aceptar mi propia historia y darle lugar a mi propia esencia. Cuando le pedí a mi mamá que me apoyara en mi camino como emprendedora, me sentí más empoderada para enfrentar miedos y dudas. Sentí más fuerza.
Abrir las puertas: conectar, compartir, dejar entrar lo bueno
Durante mucho tiempo, pensé que “tenía que recibir a los demás” solo cuando todo estuviera en orden, cuando mi espacio luciera impecable y digno de ser mostrado - es decir, mi camino profesional perfecto. Pero conectar desde la vulnerabilidad no es esperar a que todo sea ideal, sino permitir que los demás me vean tal como soy: en proceso, en caos, en autenticidad. Y con mayor confianza, empecé a compartir más sobre mis proyectos, lo que estaba haciendo, por qué los estaba haciendo y lo orgullosa que me sentía.
Fue así que me animé a escribir en este blog, por ejemplo, y comencé por los aprendizajes de mi despido. Simplemente, me atreví a abrir la puerta y compartir mi historia, y eso me llevó a nuevas oportunidades. Nunca esperé que el CEO de uno de los grupos económicos más importantes del país me escribiera para decirme que le había encantado y que me felicitaba. Aprendí que la vulnerabilidad tiene esa magia: cuando compartimos desde un lugar genuino, las conexiones que se generan son igual de reales. Cuando dejé de ocultarme tras la armadura de perfecta, todo empezó a fluir más.
Seguir remodelando: evolucionar, crecer, permitir cambios manteniendo nuestra esencia
Por mucho tiempo pensé que llegar a mi mejor versión significaba encontrar un estado fijo, un punto donde todo estuviera claro y definido. Pero con el tiempo he aprendido que siempre estoy en construcción. Este año 2025, uno de mis objetivos es serme fiel a mi misma, mantenerme conectada con lo que realmente quiero y hacia dónde deseo ir. Eso significa darme el permiso de explorar nuevos proyectos y oportunidades. Al final, crecer no se trata de apresurarse a construir algo perfecto, sino de hacer espacio para habitarse con autenticidad, con pausas, con nuevos comienzos y, sobre todo, con la certeza de que este hogar—mi hogar—siempre tendrá lugar para evolucionar.
No sé si todos los emprendimientos saldrán como imagino, pero sí sé que estoy dando lo mejor de mí para que florezcan.
¿Qué ha sido lo mejor de recorrer este camino? Que lo he hecho en compañía. Laboratoria+ ha sido ese hogar donde nos recibimos con los brazos abiertos y experimentamos aún teniendo miedo. Nos acompañamos en el proceso, nos sostenemos y celebramos juntas el paso que demos. Nos permitimos ser vulnerables porque sabemos que aquí la vulnerabilidad no es una debilidad, sino un puente que nos conecta y nos impulsa a crecer.
Con mucho cariño,
Naddia
Para nuestras lectoras por aquí que aún no conocen la membresía de Laboratoria+, las invitamos a descubrirla 😊.
Gracias Naddia! Qué lindo leer este post. Lo sentí muy cercano y realmente representa mucho de lo que siento. Gracias por ponerlo en palabras tan lindas. <3
Naddia gracias por compartir tu historia, me sentí muy identificada. Te abrazo súper fuerte y te felicito por todo lo que vienes logrando, evolucionando y transformando.