Los aprendizajes de mi despido
Y cómo esta experiencia desafiante me llevó a convertirme en una mejor persona
La Travesía de hoy llega gracias a la gran Naddia Schiaffino, member de Laboratoria+ y Chapter Lead de nuestro popular Book Club 📖
Dolor
Me gustaría empezar con una confesión incómoda. Para mí, que durante la mayor parte de mi vida laboral había creído que mi valor intrínseco estaba en tener un trabajo, escuchar las palabras “hemos decidido desvincularte de la empresa” fue uno de los golpes más duros de la vida.
Lo primero que pensé fue “¿qué hice mal?, ¿por qué yo?”. En esos tiempos creía, erróneamente, que era perfecta y que todo podía hacerlo perfecto. No había espacio en mi mente ni en mis planes para que las cosas salieran mal, mucho menos para un despido. Pero para mi sorpresa, una vez pasado el shock inicial, sentí alivio. Ya no tendría que cargar con el peso de fingir que estaba bien y que todo estaba perfecto. Contradictorio, ¿verdad?
Dicen que la vida te enfrenta a tus mayores miedos para verte crecer. En mi caso, me enfrentó al gran miedo de lo que creía que nunca pasaría: un despido de la empresa en la que más me entusiasmaba trabajar. Y lo que tal vez dolió más, es que no fue un despido por recorte de personal, reestructuración o cierre de operaciones. Con el paso del tiempo y la madurez que me trajo, entendí la lección de esta experiencia y pude darme cuenta que ese despido fue una consecuencia de mis acciones.
En el pasado, cuando tenía pensamientos rumiantes (rumiar es la acción de pensar lo mismo todo el tiempo de manera inconsciente y obsesiva), actuaba de forma muy negativa inconscientemente. Cuando me sentía en una situación de amenaza, lo que intentaba hacer era defenderme. Pero, ¿de qué me defendía en un ambiente de trabajo? No estaba en la jungla o frente a un tigre dientes de sable.
En ese trabajo, por primera vez me demoré más de lo que esperaba en llegar a mis metas. Esto activó mi miedo al fracaso y la imperfección, que tomando nuevas dimensiones, se convirtieron en una amenaza continua. Para tapar ese sentimiento, lo que hacía era tener actitudes prepotentes, no colaborar con mis pares, cuestionar mucho a mi jefa (no es que esté mal cuestionar, lo importante es la forma), entre otros comportamientos nada dignos de admirar que empezaron a crecer en mi.
En ese momento, yo no me daba cuenta que estas actitudes eran altamente corrosivas en el ambiente de trabajo. Siendo sincera, no conocía ese lado oscuro de mi. Fueron meses en los que por más que entregué todo para poder cumplir los objetivos de negocio, mis acciones ya habían dejado una huella negativa y difícil de borrar.
Después de la noticia quedé destruida. Sentir la humillación del despido fue como cargar con una vergüenza tan pesada que borré mi valor, dejándome con el deseo de desaparecer. Todavía recuerdo el camino de regreso a mi casa, cuando no podía dejar de pensar: ¿cómo voy a contarle esto a mi familia?, ¿qué van a pensar mis amigos/as?, ¿cómo voy a explicar esta mancha en mi CV? Me sentía abrumada y no encontraba las fuerzas para presentarme a entrevistas y “venderme”. ¿Cómo iba a explicar ese fracaso?
Ante el miedo de enfrentarme a esta realidad, decidí que lo mejor sería hacer una pausa y tomarme unos meses sabáticos para poder lograr encontrar esas fuerzas y esa inspiración viajando por el mundo (claramente quería escapar). Pero la vida tiene una forma bastante directa de sacudirte, y ese año empezó la pandemia. La única travesía que pude empezar fue la de viajar hacia dentro de mi misma. El viaje más incómodo, doloroso, increíble y gratificante que he tenido (y sigo teniendo).
Reflexión
El inicio de ese viaje estuvo marcado por una incomodidad profunda, en donde tenía pensamientos como: “no soy suficiente, no hago las cosas bien, todo me va a salir mal, soy una farsa”, y mi mente parecía estar en un espiral destructivo. Sentía ansiedad, angustia e incertidumbre todo el tiempo.
Decidí buscar ayuda y emprender mi exploración interior. Tuve dos compañeras en ese camino: la psicología y, de mucha suerte, la espiritualidad también se sumó. Por un lado, Abi (mi psicóloga) y los muchos libros que leí, me enseñaron que esos pensamientos rumiantes tienen una raíz, y esta se llama “herida emocional”. A su vez, esa herida emocional tiene una causa: mis vivencias en el pasado.
¿Cómo?, ¿no estoy loca?, ¿solo soy un ser humano viviendo experiencias de ser humano?
Poco a poco empecé a entender qué estaba detrás de los comportamientos que habían llevado a mi despido. El hecho de no llegar a la meta y de no recibir el reconocimiento externo tocó fuertemente mi herida emocional de imperfección y fracaso como nunca lo había hecho. Todas las situaciones que viví en ese trabajo me estaban mostrando que había algo que tenía que resolver dentro de mí misma.
De manera paralela, la espiritualidad me enseñó a vivir en el momento presente, reeducar a mi cerebro para ver las situaciones con gratitud y a tener momentos de silencio e introspección. A medida que me fui aceptando como una persona imperfecta y real (es decir, humana), el peso de aparentar y cumplir expectativas fue desapareciendo. Y lo más lindo fue que empezó a nacer un lado mío mucho más auténtico, alineado a quien realmente soy y con ganas y energía de mostrarme al mundo genuinamente. Para lograr sacar esa versión auténtica y real de mi misma, me tocó hacer la tarea de enfrentar mis miedos y descubrir a la “yo” detrás de ellos.
Evolución
Tiempo después, cuando había curado la herida y había aprendido la lección, me animé a escribirle a mi ex-jefa este mensaje: “Yo sé que ha pasado un montón de tiempo pero quería agradecerte el despido. Me di cuenta que tenía muchas cosas por mejorar y, gracias a ello, el día de hoy soy mejor persona y mejor profesional”. Me sentí muy contenta cuando me respondió con ánimos y me deseó lo mejor en mis proyectos.
En ese proceso incómodo de mirada hacia adentro, aprendí a identificar cuáles eran mis disparadores de amenaza, aprendí a comprenderlos, abrazarlos y, lo más importante, aprendí a gestionarlos. Esta nueva forma de gestionarme a mi misma me ha llevado a desarrollar relaciones auténticas y de confianza con la gente a mi alrededor. Cuando decidí encargarme de mi, transformé mi entorno y lo convertí en lo que siempre he deseado: uno armonioso; no perfecto, sino lleno de experiencias que me enriquecen y enseñan.
El viaje continúa
Hoy me encuentro en un nuevo camino: me he permitido explorar mi lado profesional independiente en consultoría y en otros proyectos que me generan mucho entusiasmo. Esto me hace feliz porque siento que aporto un gran valor y diferencial a mis clientes y a las personas con las que me relaciono.
Siempre digo que si Laboratoria+ hubiera llegado hace 5 años a mi vida, seguramente me hubiera ahorrado el golpe durísimo de pasar por un despido. Y es que el problema no eran los despidos, los/as jefes/as o el trabajo, sino la historia que me contaba a mi misma alrededor de ello.
Aún habiendo evolucionado muchísimo, sigo descubriendo nuevos aspectos sobre mi misma. Las mentoras, los círculos, los chapter y las increíbles mujeres que están en L+ me enseñan y me inspiran a continuar el camino de mi crecimiento personal y profesional. Hoy, la diferencia es que si ese camino se vuelve confuso o no sé cómo avanzar, cuento con una hermosa comunidad en donde me siento acompañada, guiada y sostenida. La travesía se convierte en una experiencia grata y fortalecedora.
Revivo mi historia en Travesías con un agradecimiento profundo hacia mi pasado y una admiración por todas las personas que han pasado por un despido y han salido adelante. De corazón, las aliento a mirar hacia adentro cuando una situación sea abrumadora. Ahí encontrarán la sabiduría para entender y la claridad para resolver.
Abrazo enorme,
Naddia
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Gracias Naddia por compartir desde un lugar tan sincero!
Querida partner, no podía irme a dormir sin leer tu post. Gracias por compartir esta parte de tu historia, y por permitirnos aprender de tu proceso, aunque duro pero tambien muy valiente. Nuestra frase cobra más valor "lo perfecto es enemigo de lo bueno" 💪🙂