La Travesía de hoy la escribe nuestra querida Ara Campos, mentora y host de varios círculos de aprendizaje en Laboratoria+
Tomar decisiones difíciles es parte de la vida, y nadie se escapa de ellas. Afortunadamente, existen modelos que nos ayudan a mejorar nuestros procesos de pensamiento cuando debemos actuar. Uno de ellos es el propuesto por el psicólogo y premio Nobel de Economía Daniel Kahneman en su best-seller "Pensar rápido, pensar lento", donde introduce la idea de dos sistemas de pensamiento. El Sistema 1, rápido e intuitivo, opera de manera automática y emocional, como cuando cargamos a un bebé que llora o cambiamos nuestra postura debido a un comentario en medio de una reunión. Mientras tanto, el Sistema 2, más lento y deliberativo, se activa cuando hacemos preguntas y solicitamos más información para comprender mejor una situación antes de actuar, como al decidir abrir una nueva línea de negocio o elegir entre dos buenas ofertas de empleo. Aunque el Sistema 1 resuelve muchas de las pequeñas decisiones de nuestro día a día y nos ayuda a navegar por los altibajos de la vida laboral, decidir dejar un trabajo es una decisión difícil que requiere que el Sistema 2 entre en acción para analizar antes de dejarnos llevar por emociones intensas de corto plazo.
En julio de 2023, me sentía en las nubes del éxito profesional. Había liderado el crecimiento de un intraemprendimiento corporativo de cero a diez mil usuarios en menos de dos años. Formé un equipo capaz y motivado, y constaté el impacto positivo en las vidas de nuestros estudiantes y personal. Me ilusioné soñando en grande, en convertir este intraemprendimiento en una entidad independiente, llegar a miles de personas más; incluso llegué a pensar que este sería mi proyecto de vida, un legado para hacer el mundo un poquito mejor. Irónica e inesperadamente, fue en ese mismo mes cuando recibí la dura noticia de que por cambios de prioridades internas en el corporativo, mi unidad de negocio tendría que cerrar. Sentí cómo mi corazón se rompía en mil pedazos.
Unas semanas después, ya más recuperada del shock y con los planes de contingencia en marcha, una vocecita apareció en mi cabeza diciéndome: ¿será que ya cumpliste tu ciclo aquí? No quise prestarle mucha atención, ya que mis prioridades en ese momento eran gestionar la crisis y acompañar al equipo en el doloroso proceso de cambio. Sabía que necesitaba tiempo para sanar antes de tomar esa decisión. No fue un proceso fácil, pero aprendí a liderar a pesar del enojo, la tristeza y la desilusión que sentía, y abrí espacio para que mi Sistema 2 tomara el control.
Con el paso de los meses, asumí nuevas responsabilidades y me involucré en proyectos importantes para la compañía, pero esto no evitó que surgieran de nuevo las dudas: ¿y si ya es momento de un cambio?
Cuando enfrentamos decisiones difíciles, tendemos a asignar un valor mayor a lo que podemos perder que a lo que podemos ganar. Es decir, nos volvemos más intolerantes al riesgo de lo habitual y postergamos decisiones por miedo a perder lo que ya tenemos. Un estudio simple ilustra este fenómeno: a un grupo de estudiantes se les dio una taza con el logotipo de su universidad, mientras que a otro grupo no se le dio nada. Cuando les preguntaron a quienes no recibieron la taza cuánto pagarían por ella, contestaron que 3 dólares en promedio; mientras que los que sí la tenían no estaban dispuestos a venderla por menos de 8. Solo pasaron cinco minutos para que los estudiantes que recibieron la taza se encariñaran tanto con ella que estimaran su valor en más del doble de lo que sus compañeros estaban dispuestos a pagar.
De manera similar, nos encariñamos con trabajos que son más que “una simple chamba”. Ya sea porque simbolizan nuestra primera gran oportunidad laboral, porque tenemos una gran líder que admiramos o porque nuestros compañeros se convirtieron en nuestros mejores amigos. Nunca es fácil soltar algo que nos ha dado tanto. Después de casi cuatro años desempeñando diferentes cargos, no solo sentía cariño por la organización, sino también un profundo agradecimiento por mis colegas y líderes. Este trabajo me arropó en medio de la pandemia y me ayudó a recuperar la confianza que necesitaba en un momento muy oscuro de mi vida profesional, me hizo volver a creer en mí. Ahora, con un poco de distancia, veo que, aunque mis actividades y condiciones habían cambiado drásticamente, preferí lidiar con eso que con el sentimiento de fracaso de perder “mi taza” - lo que había ganado con tanto esfuerzo.
Pasaron unos meses y ocurrió un parteaguas que me llevó a preguntarme nuevamente si debía o no quedarme. Una oportunidad para mi esposo en el extranjero implicaba que yo trabajara remotamente por un tiempo. Sabía que esta sería una petición extraordinaria dada la dirección de la empresa de regresar al trabajo presencial y que una respuesta negativa sería lo más lógico. Así llegó el momento de plantear el escenario y finalmente tomar una decisión.
Nuestros valores como guía
Brené Brown sugiere un ejercicio interesante en su libro "Dare to Lead" para identificar los valores fundamentales que nos guían en la toma de decisiones. Estos valores, a diferencia de las emociones de corto plazo, moldean nuestro comportamiento y son la brújula que nos da el sentido de agencia para construir la vida que queremos. Los valores toman un rol clave cuando nos encontramos en grandes encrucijadas, en mi caso, la de permanecer en este trabajo o renunciar sin tener una nueva chamba en puerta y con la gran incertidumbre del mercado laboral actual. La presión aumentaba con la fecha del vuelo cada vez más próxima. Después de un ir y venir de mirar opciones con mis líderes, pedir consejo a mentoras y familia, y debatir diferentes escenarios con mi pareja, finalmente renuncié.
Vivir de manera auténtica y libre son mis valores más profundos. Algo en mi corazón me decía que era el momento de dejar ir lo conocido para dar un salto al vacío y dejarme sorprender. Renunciar no solo fue dejar un trabajo; fue abrir la puerta a vivir la vida que realmente deseo, con mis valores en el centro.
¿Dejar mi trabajo fue la mejor decisión? Aún no lo sé, pero abrir este espacio me ha traído grandes aprendizajes y tiempo para explorar temas no relacionados con mi carrera, como el arte y el diseño, profundizar en elecciones de vida trascendentales como el no ser madre, acercarme a mi familia y retomar buenos hábitos para mejorar mi salud. Esta pausa ha sido un gran regalo para reconectar con lo que más valoro. Buscar un nuevo trabajo a mis casi cuarenta años, con historias mixtas de éxitos y fracasos, es desafiante, pero es parte de mi pequeña revolución. Es una manera de tomar las riendas de mi carrera y de mi vida, lo cual me hace sentir confiada.
Si escuchas también esa vocecita dentro de ti, no la ignores. Tómate el tiempo para tener más información, usa tu Sistema 2 para analizar el contexto, no te aferres a lo que puedes perder y reflexiona sobre lo que realmente importa en tu vida. Confía en que, si tu decisión está alineada con tus valores, nunca estarás equivocada.
Un abrazo,
Ara
En octubre comenzamos un nuevo círculo de aprendizaje en Laboratoria+ que nos vienen pidiendo hace tiempo: Desarrollo de Carrera. Muy en línea con la reflexión de Ara hoy, en cuatro sesiones exploraremos cómo alinear nuestros valores y metas con el mercado laboral para construir una carrera auténtica y satisfactoria. Desarrollaremos un proceso de autoconocimiento, mapeo de oportunidades y gestión emocional, permitiéndonos tomar decisiones con confianza y claridad. ¡Las esperamos! Si tienen cualquier duda, siempre nos pueden escribir al Whatsapp.