“Renuncio, seré mamá”
Y la historia de cuando mis miedos hicieron que casi abandone mi carrera
La Travesía de hoy la escribe nuestra querida Marisol Alarcón, mentora en Laboratoria+ y cofundadora de Laboratoria en Chile
Hace poco, en una sesión de mentoría en Laboratoria+, conversaba con una member sobre las inseguridades que a veces nos detienen en nuestras carreras. Me trajo de vuelta a uno de los episodios en mi vida donde casi permito que mis miedos me boicoteen y me frenen de tomar una de las aventuras profesionales más lindas que he tenido.
Llevaba dos años creando e impulsando Laboratoria en Chile (de manera exitosa, debo decirlo, con mi partner del momento Caro Covarrubias), mientras apoyaba también el desarrollo de nuestra estructura regional junto a mis demás socios en Perú y México. Estábamos creciendo rápido y surgió la necesidad de un nuevo rol regional enfocado en construir las alianzas para financiar nuestra expansión en Latinoamérica. Dada mi experiencia previa y mi ADN de generadora de redes, era claro que era la persona indicada para el reto. No obstante, había algo nuevo en mi vida que me hizo dudar de mis capacidades desde lo más profundo de mi ser: asumiría este rol justo después de convertirme en mamá por primera vez.
A 8 años de ese momento, con dos hijas que crecen felices, una linda trayectoria profesional y pensando ya en lo que serán mis siguientes años de vida, aún me es difícil recordar todo el temor e inseguridad que sentí en esa época. Hoy quiero compartirles un poquito más de lo que sentí y viví en mi camino como mamá y profesional, pensando en que pueda ayudar a tantas más que pasan por lo mismo.
No podré seguir trabajando con tanta pasión y menos cumplir en mi nuevo rol, una vez que sea mamá
Me caracterizo por ser una persona muy apasionada por las causas en las que trabajo, comprometida y entregada por entero. En Laboratoria, que además era un emprendimiento “propio”, esos primeros años fueron efectivamente de 24/7. Pensar que llegaría otra responsabilidad más grande e importante en mi vida era difícil de imaginar y más aún, me costaba mucho verme en mi nuevo rol siendo mamá. Previamente había trabajado en fundraising, y según mi experiencia, la mejor forma de hacerlo era viajando dos semanas del mes, algo que no podría hacer tras la llegada de mi Valentina. Estaba convencida de que no iba a rendir, de que iba a hacer mi trabajo mal al no poder dejar a mi hija. Un día, impulsada por el terror que sentía, le dije a mi socia y amiga: “me tengo que retirar de Laboratoria, ya hice lo que tenía que hacer estos dos años, y ya no sirvo para lo que viene.” Por suerte ella, siempre sabia, no me permitió tomar ninguna decisión y me dijo que espere a tener a mi hija y que eso lo veríamos después (¡gracias Mari!).
No podré ser una buena mamá porque tengo un trabajo muy exigente
La referencia más cercana a la maternidad que tuve fue mi mamá; una mujer admirable que dejó todo por dedicarse a criar y acompañar a sus hijos, en especial a mi hermano que tuvo una enfermedad genética muy grave. Ella era (¡es!) una mujer que disfrutaba como nadie su rol de mamá en todas sus dimensiones, que se entregó con tanto amor y genuina alegría a nosotros, que hacía parecer que esta era su misión en la vida y que no había nada mejor en el mundo que ser mamá.
Por un lado, esto me animaba muchísimo porque claramente venía algo hermoso a mi vida, pero al mismo tiempo, en el fondo de mi corazón (corriendo el riesgo de confesar algo políticamente incorrecto), yo no sentía que podría tener ese tipo de entrega tan profunda a la maternidad como la había tenido ella. Amaba mi trabajo, amaba la profesional en que me había convertido, amaba emprender y ver cómo crecía Laboratoria cada año. Amaba las experiencias previas que me habían llevado a ese lugar y la idea de seguir construyendo mi carrera. Mi conflicto venía porque una parte de mi sentía que si no era tan entregada como mi mamá, simplemente no sería una buena madre.
Veía a mi socia y amiga que había sido mamá un año antes, que llevaba tranquilamente un rol de madre muy distinto ya que le tocó vivir el auge más importante de Laboratoria a nivel mediático apenas se convirtió en mamá (literalmente, justo después de tener a su hija participó en un panel con el Presidente Barack Obama y Mark Zuckerberg, convirtiéndose en la mujer del momento en su país). Ella nunca dejó de trabajar ni de ser mamá. Por un lado verla me animaba a que había otro camino, pero por otro lado, sentía que yo no podría ser como ella ya que no sería capaz de manejar bien ambas responsabilidades.
Si sumamos a esta crisis a mi constante “amiga” la ansiedad (gracias Pixar, hoy todos/as le ponemos cara), yo claramente no podría ser mamá y trabajar de la forma en la que estaba acostumbrada. Nuevamente, el camino era renunciar a mi carrera.
Tengo mucho miedo de cómo será mi vida cuando sea mamá
Si bien mi cuerpo claramente se había transformado (el tamaño de mi guata/panza era exuberante para una mujer de 1.55 cm.), mi forma de vivir la vida no había cambiado mucho. Como bien me dijo mi médico, “tu cuerpo se ha transformado, pero tu mente aún no se ha dado cuenta de que estás completamente embarazada”. Confieso que en ese momento creo que no entendí muy bien lo que decía. ¿Debía dejar de trabajar? ¿Debía dejar de ir tanto a la oficina? ¿Debía dejar de tener tantas reuniones y preocupaciones? Hoy, mirando atrás, creo que se refería a que estaba bien descansar si me sentía cansada, estaba bien recostarme y subir las piernas cuando estaba tan hinchada que me dolía al pisar, o que estaba bien trabajar unas horas menos al día cuando me sentía muy incómoda con mi cuerpo. Yendo un paso más allá, quizás también se refería a que estaba bien hablar sobre el miedo que sentía y sobre la inseguridad ante la incertidumbre de mi futuro.
La verdad es que al recordar todo esto, hoy con dos hijas preciosas y una trayectoria laboral que siguió creciendo no solo en Laboratoria, sino en otros espacios también, me tienta pensar "¡pero qué loca estaba!” Es que efectivamente, mis pensamientos pueden parecer muy exagerados, pero si consideramos que según la Organización Mundial de la Salud, el 25% de las embarazadas experimenta algún tipo de malestar psíquico y una de cada cinco madres vivirá con algún trastorno de salud mental durante el embarazo y el primer año posparto, se puede comprender y empatizar con esta ansiedad y temor excesivo. No estaba loca - estaba embarazada y con mucho miedo.
Más aún, cuando analizamos los datos sobre maternidad y trabajo, la cantidad de mujeres que dejan la fuerza laboral al convertirse en madres es inmensa (y seguro tantas de ellas se sienten “locas” como yo en su momento). Según el tan citado artículo de este año del The Economist “La penalización de la maternidad ",el 38% de las mujeres en América Latina abandonan la fuerza laboral durante el primer año después del nacimiento de su primer hijo”. En muchos casos el motivo de este freno laboral es porque muchas mujeres no tienen red de apoyo y seguimos viviendo en una sociedad donde aún hay mucha inequidad de género en la crianza y en roles de cuidado, pero me pregunto, ¿cuántas mujeres dejaron de trabajar por temores y miedos excesivos e infundados como los míos, debido al estado mental en el que uno se encuentra cuando está embarazada? ¿Cuántas no contaron con buenos consejos y ayuda en esos momentos y terminaron renunciando? ¿Cuántas de estas terminaron sin volver a trabajar 5, 10 años después?.
En mi caso personal, por suerte le hice caso a mi socia-amiga y no renuncié (qué privilegiada fui además, al tener el apoyo de mi mamá y ayuda en la casa). De hecho, durante los siguientes años, formé una división crítica para Laboratoria, que nos ayudó a contar con los mejores aliados internacionales para crecer por toda la región, para agrandar nuestra organización y para impactar a miles de mujeres. Lo hice no con una, sino con dos hijas y un equipo tremendo. Es decir, pude seguir aportando y mucho. Creo que incluso más que antes.
Les dejo por aquí algunos de los consejos que me salvaron, para que las ayuden también en su camino.
Conversar mucho con amigas cercanas embarazadas y/o que ya son mamás: Poder hablar con amigas embarazadas con las que uno comparte puntos de vista y formas de ser es clave, no solo durante el embarazo, sino también durante los primeros meses de maternidad. Esto es fundamental, ya que como dice el psiquiatra y psicólogo Daniel Stern “el embarazo es la preparación hacia una nueva identidad de la mujer.” Vivir este cambio trascendental acompañadas con otras hace toda la diferencia.
Terapia: Contar con la guía y acompañamiento especializado en esta etapa fue fundamental. Me ayudó a entender de dónde venían varios de mis temores, a desmenuzar mis miedos e inseguridades y a reafirmar mi trayectoria y aporte en el trabajo, que no desaparecerían al convertirme en mamá.
Aprender de mujeres que admiro: Me ayudó muchísimo rescatar experiencias, pensamientos y consejos de mujeres que admiro, como mi propia mamá, tías, primas, colegas, amigas y mentoras. Comprender que había muchas formas de ser mamá y que nadie tiene la fórmula perfecta, fue tranquilizante y esperanzador.
Leer, escuchar podcasts y tomar algún curso sobre la maternidad: En mi caso particular, tener información me calma y me ayuda a bajar la ansiedad, por lo que informarme de las distintas etapas relacionadas a la maternidad fue una ayuda importante para reducir mi estrés y pensamientos negativos.
Para cerrar, solo les quiero compartir que finalmente cada mujer descubre su forma de ser mamá, junto a su(s) hijos(s) y pareja si la tiene. Hoy, con mis hijas de 7 y 5 años, considero que ser mamá es uno de mis súper poderes, ya que me agregó una motivación más en la vida, una razón para ser más equilibrada entre el trabajo y la vida personal, un motivo más para seguir trabajando por un mundo mejor y para ser buena persona. Es además una recarga de amor permanente, que dentro del cansancio propio de la crianza, es la mejor energía que podemos pedir.
Un abrazo,
Marisol
Qué lindo leerte en este post Mari! Me tocó mucho! Gracias por compartir, eres un gran ejemplo!!
Buenisimo este post Mari, resonó mucho con mi último año y medio (desde que nació Gaël) que ha sido toda una odisea!! Un abrazo enorme!