La Travesía de hoy la escribe nuestra querida Nadia Michelle, Head of Learning en Laboratoria+
Hace unos meses tomé una decisión que en apariencia no es gran cosa. Descubrí que quería comenzar a escalar con regularidad otra vez. No para entrenar más duro, ni para “superar mi nivel”. Acepté que quería escalar más simplemente porque quería disfrutar más. Si necesitaba más entrenamiento para poder hacerlo, pues que vengan esas lagartijas. Lo importante es que no quería contaminar mi por qué. Quería simplemente moverme. Sentir mi cuerpo descifrando cada problema sin tener que demostrarle nada a nadie - ni siquiera a mí misma.
Lo decidí de forma consciente: voy a escalar por el puro goce, aunque mis amigos sean más fuertes y avanzados y yo tenga que detenerme sola en rutas “fáciles”. Aunque no lo consiga a la primera. Quiero permitirme esta experiencia sin expectativas, un fluir libre y mío. Sin exigencias ni reels ni competencias. Un espacio de descubrimiento, de escucha y de paciencia.
Mientras reflexionaba sobre todo esto, me puse a pensar en lo difícil que se ha vuelto en nuestra sociedad actual hacer algo sin sentir la presión de tener que ser buenas en ello. Vivimos en una cultura que glorifica el rendimiento. Cada minuto, cada interacción, cada creación debe producir un valor medible, un logro objetivo. Todo lo que hacemos se monetiza o se comparte como “creación de contenido”. En este contexto, hacer algo solo porque nos gusta, sin buscar dominarlo, sin querer venderlo ni presumirlo ni lograr algo específico, se vuelve un acto profundamente subversivo.
Ser principiante en tiempos de rendimiento
El filósofo surcoreano Byung-Chul Han lo explica con claridad en La sociedad del cansancio: hemos pasado de una sociedad disciplinaria, donde las reglas venían desde fuera, a una sociedad del rendimiento, donde todas las exigencias se han internalizado. Ya no necesitamos un ojo que nos vigile. Nosotras mismas nos convertimos en nuestra propia crítica, coach y espectadora.
Todo lo que hacemos debe servir para algo. ¿Quieres aprender un idioma? Elige uno que te sea útil para el trabajo. Pintar es válido solo si logras vender tus cuadros, pero si no eres lo suficientemente buena, es hora de que despiertes y ocupes tu tiempo en algo más útil. Hacer ejercicio está bien si puedes demostrar que alcanzaste el cuerpo esperado. Si no, ¿para qué estás perdiendo el tiempo?
Esta lógica de la utilidad nos ha robado algo inmensamente valioso: la posibilidad de explorar sin expectativas. De equivocarnos sin culpa. De simplemente jugar.
Volver a ser principiante nos permite reencontrarnos con nuestro primer yo. El más original y descuidado. Aquella que no aprendía por productividad, sino por curiosidad, antes de que le enseñaran que la caída preocupaba y el error se evitaba. La que habitaba solo el presente, explorando sus intereses sin conocer la competencia.
La trampa de la capitalización del hobby
Otro de mis intereses es plasmar visualmente colores y formas de la naturaleza que llaman mi atención. Es curioso que no me atrevo a decir que dibujo o pinto. Creo que es porque siento que las definiciones y expectativas me aplastan y me restringen. Hace unos años, plasmé una ola. La pinté porque sentí una necesidad profunda de ver en el mundo real eso que estaba tan vivo en mi mente. Era un impulso creativo que no buscaba más que ser y hacerse ver. Un día, un amigo lo vio y me preguntó cuánto costaría comprarla para ponerla en su sala.
Me sentí halagada, claro, pero también incómoda, porque me di cuenta de lo rápido que incluso nuestras pasiones más viscerales pueden convertirse en productos. En “side hustles”. En contenido buscando likes.
Hemos normalizado la idea de que todo hobby debería monetizarse, como si hacer algo solo por placer fuera un lujo, una pérdida de tiempo. Emprende con tus acuarelas. Vende tus galletas. Abre una cuenta de TikTok con tus recetas. Monetiza tus hobbies porque, de nuevo, si no producen, ¿de qué sirven?
Y en esa lógica, muchas veces perdemos la esencia de lo que nos llevó a esa actividad en primer lugar. El hobby se convierte en otra tarea. El placer, en obligación. El descanso, en performance.
Después de reflexionar más sobre esto, hoy estoy clara que no quiero que mi hobby sea contenido. No quiero pintar para agradar, ni para generar engagement. Quiero pintar para explorar aquello que pinto. Para conectarme con aquello que considero valioso. Porque en ese proceso encuentro presencia y silencio. Encuentro belleza y asombro. No necesito nada más.
Lo que descubrimos cuando no somos buenas
Ser principiante también es una forma de sentarme con mi humanidad. Con mi vulnerabilidad, mis carencias y mis sombras. Y eso, en un mundo obsesionado con la perfección, me es profundamente valioso.
Cuando hacemos algo sin ser buenas, y sin necesitar serlo, se abre una puerta: nos volvemos humildes. Nos volvemos curiosas. Empezamos a observarnos desde un lugar nuevo. A escuchar lo que el cuerpo siente. A tolerar la torpeza. A soltar el juicio. A abrazar nuestras limitaciones y empujarlas con suavidad y paciencia.
La escalada y la pintura me han enseñado esto una y otra vez. Hay rutas que no logro terminar. Hay texturas que no logro plasmar. Hay movimientos que todavía no entiendo. Hay días en que simplemente no fluyo. Pero siempre hay momentos en los que me río. En los que me sorprendo. En los que celebro un descubrimiento personal que para mí vale más que cualquier medalla. Creo que he logrado este disfrute porque no lo hago para probar nada. Lo hago para descubrir el mundo a través de mí.
Al final, volver a ser principiante es una forma de autoconocimiento. No desde el esfuerzo y el éxito, sino desde una honesta y completa experimentación. Desde el no saber pero decidir atreverse.
Hoy quiero invitarlas a cuestionarse lo siguiente:
¿En qué estás siendo principiante?
¿Qué has aprendido de ti cuando no eres “la mejor”?
¿Qué quieres hacer solo por placer, sin buscar rendimiento, sin monetizarlo, sin compartirlo por likes?
Quizá descubramos que ahí, en ese espacio libre de exigencias, todavía habita algo muy valioso: la posibilidad de estar contigo misma en el presente. De jugar. De explorar. De vivir.
Las invito a todas a intentarlo.
Un abrazo,
Nadia
Y antes de despedirme, las invito también a explorar los nuevos círculos de aprendizaje en Laboratoria+ que empiezan en los próximos días y hemos diseñado con todo el cariño como parte de nuestra membresía.
A mi me hizo pensar mucho en mi approach a correr. A más corro, mas me doy cuenta que me gusta hacerlo libre, sin presión por mejores tiempos, por mejores rendimientos, por mejores técnicas. De hecho eso me empieza a quitar un poco el amor por correr. Me estoy ahora preparando para una carrera pero al terminarla, creo que volveré a correr libre. Sin reloj, sin importar mi paso, y por la pura felicidad de mover mi cuerpo y observar mis alrededores. Gracias Nadia por compartir!
Gracias por poner en palabras algo que tantas veces me repito —y hasta digo en voz alta—, pero que igual cuesta 'destrabar' en la cabeza para empezar a hacerlo. Pintar para mí, crear solo por el disfrute. Y si algún día decido compartirlo, que sea desde la libertad, no desde la presión de que tiene que tener un propósito. Una lectura que me recordó, una vez más, por qué empecé a hacer lo que tanto me gusta.