Una receta para no enloquecer en diciembre
Y un framework simple para cuidar nuestro equilibrio cuando tenemos tantas cosas por hacer
Llegó la Navidad, diciembre, y la euforia de fin de año en tiempos post-pandémicos donde todos queremos encontrarnos a celebrar la vida. Amo esta época del año si no fuera porque la lista de cosas que tengo que recordar y hacer se vuelve casi infinita. Me he cruzado con decenas de amigas y colegas en las últimas semanas que se sienten igual que yo. ¿Cómo sobrevivir a la avalancha de responsabilidades que cargamos en estos tiempos?
Hace unos días tuvimos un curso especial en Laboratoria+ sobre esto. Claudia Naim, fundadora de Keep Company, nos acompañó para conversar sobre cómo crear mayor equilibrio en nuestras vidas balanceando los distintos roles y responsabilidades que tenemos. Me encantó el framework que nos compartió y desde que lo descubrí me encuentro usándolo cada semana. Aquí se los comparto.
Primero, ¿qué estamos tratando de equilibrar?
Usualmente tenemos tres dimensiones que balanceamos en el día a día.
La laboral, con nuestras responsabilidades de trabajo.
La familiar, con nuestros compromisos de pareja, hijos, padres, hermanos, amigos.
La propia, que tiene que ver con todo eso que nos hace ser nosotras mismas. Nuestro auto-cuidado, nuestros intereses, nuestra esencia.
Si hacemos una auditoría con nosotras mismas en este preciso momento, ¿cómo nos sentimos en cada frente? En el trabajo, por ejemplo, me siento en un 9 porque lo di todo para cerrar bien el año. En mi familia, sin embargo, estoy en un 5, pues no logré llegar a casa para acostar a mis hijos tres noches de esta semana. Y en mi vida estoy en un 2. No pude hacer deporte ni un día y tuve que cancelar el encuentro con mis amigos por un compromiso de trabajo.
Así, cada semana el balance cambia, y el primer paso para encontrar alguna forma de equilibrio es tomar consciencia de cómo nos sentimos en cada frente para poder reajustar.
Claudia nos dejó una nota importante: sin duda alguna y por lejos, el frente que más debemos cuidar es el tercero. Estar bien nosotras - al menos la mayoría del tiempo - es lo único que hace todas las demás prioridades sostenibles.
Bolas de plástico vs bolas de cristal
Imagina que cada responsabilidad en tu vida es una bola - como aquellas que colgamos en el árbol de navidad. Entregar un reporte de trabajo a tiempo, agendar la reunión de feedback con el cliente, llevar a mi hijo al dentista, acompañar a mi mamá a resolver un trámite, salir a tomar algo con mis amigas, participar de un evento de celebración de mi equipo.
Todas cargamos múltiples bolas en nuestras vidas. Si las tratamos a todas por igual, llega un punto donde simplemente las ramas se caen - no podemos sostener más. Para evitar esto, lo que tenemos que hacer es comprender que no todas las bolas son iguales. Hay algunas de cristal - aquellas preciadas que si dejo caer se romperán. Hay otras muchas, sin embargo, de plástico. Si las dejo caer puede que me duela un poco, pero rebotan. El impacto es mucho menor. Tal vez compartir un tiempo con una amiga querida que viene de fuera de visita es de cristal, pero llevar a mi hijo al 3er cumpleaños del mes puede ser de plástico.
¿Cuántas veces creemos que todas nuestras bolas son de cristal, cuando en realidad muchas son de plástico? Personalmente creo que este es mi principal problema, y a veces me encuentro corriendo como gallina sin cabeza por algo que realmente no es trascendental. Estoy intentando aprender que para no enloquecer, tenemos que dejar ir. Aceptar que no lo podemos hacer ni resolver todo - no tenemos por qué. Si aspiramos a hacerlo todo, terminaremos por colapsar y tal vez dejar caer las bolas que realmente sí marcan la diferencia en nuestra vida.
Aquí les dejo el ejercicio que hicimos con Claudia para gestionar mejor nuestras bolas y las invito a hacerlo también para terminar este año con el equilibrio que cada una busca.
Primero, evalúa: ¿qué está en mi plato?
Anota todas tus bolas. Es así como hacemos nuestras responsabilidades visibles. Puedes resaltar las que más te pesan.
Segundo, determina qué tan necesarias son (es decir, si son de plástico)
Con tus bolas enfrente hazte la pregunta de cuáles son realmente importantes para TI. Cargamos con muchas responsabilidades que hacemos porque son importantes para alguien más. Date el tiempo de pensar qué es lo que realmente pesa según tus valores y prioridades.
Tercero, pide ayuda
Es difícil atrevernos a pedir ayuda. Poner nuestros límites. Decirle a mi jefe que por favor no me convoque a las 6pm porque es una hora complicada con mis hijos. Pedirle a una mamá del colegio que me ayude regresando a mi hija del cumpleaños. La gran mayoría de veces, las personas en nuestras vidas comprenden y están felices de ayudarnos. Solo tenemos que ser explícitas pidiéndolo.
Cuarto, piensa en qué te da vida
Nuestros hobbies e intereses, conforme avanza la vida y se llena responsabilidades, empiezan a parecer privilegios. No deberían serlo. Si decimos que sí a todos los pedidos de las demás partes de nuestra vida, entonces no habrá tiempo para el deporte, el curso donde aprenderé algo nuevo, el taller de cerámica o lo que sea que nos recargue y haga felices.
Y por último, ten las conversaciones necesarias
Tenemos que tener las conversaciones difíciles para hacerle espacio a aquello que nos hace nosotras mismas. Sentarnos y hablar con nuestras parejas, nuestros jefes, nuestras familias y equipos. Personalmente, es lo primero que me animé a hacer después del taller de Claudia y se lo agradezco. Reorganizamos responsabilidades con mi esposo y aunque la intensidad continua, me siento más acompañada.
Espero que esta reflexión y este ejercicio les ayude a planear un 2024 donde tengan tiempo y espacio para ustedes mismas. No hay que olvidarnos que de ahí nace nuestra posibilidad de aportar al mundo.
Un abrazo,
Mariana