Trabajar en una startup....¿es para mí?
Y cómo pasar un tiempo en ellas nos lleva a desarrollar habilidades enormemente valiosas
Sin duda todas por aquí hemos tenido algún tipo de vínculo cercano con una startup. Podemos haber trabajado en una, o tenemos una amiga o pareja que lo ha hecho (y la hemos visto sufrir un poco en el camino 🥲), o tal vez tenemos ganas de conocer más de este mundo para algún día dar el salto. A raíz del taller que tenemos el jueves 20, hoy quiero escribir sobre cómo nos forma trabajar en los inicios de una compañía de alto crecimiento.
Una startup usualmente se refiere a una empresa en etapa temprana, aún pequeña pero en proceso de rápido crecimiento apalancada por la tecnología. Esto implica un entorno de trabajo desafiante, en un contexto de alta incertidumbre, pero también increíblemente emocionante. A diferencia de un entorno corporativo más determinado y estable, una startup, como bien dice el fundador de LinkedIn, es como saltar de un acantilado e ir construyendo el avión mientras vuelas.
Imaginen un Rappi, un Nubank, un Bitso o un CornerShop en sus primeros años de vida. Y si pensamos en la experiencia de alguien que trabaja en el equipo, creo que lo que significa trabajar en una startup se extiende más allá de estas empresas unicornio. Emprendimientos de distinta índole que están creando un nuevo producto que agregue valor diferencial también califican. Incluso intra-emprendimientos - iniciativas de innovación dentro de organizaciones más establecidas - son la oportunidad de tener una experiencia similar. Laboratoria en sus primeros años sin duda fue una startup de impacto social, y hoy Laboratoria+ está justo en este camino.
Los lugares donde trabajamos nos forman
Cuándo elegimos un lugar para trabajar pensamos siempre en lo más evidente: nuestro rol, nuestro salario, la posibilidad de trabajar en beneficio de una comunidad particular o aprender nuevas herramientas. Sin embargo, es difícil identificar de antemano el impacto profundo y trascendental que las experiencias profesionales pueden tener en cómo trabajamos, cómo vemos la vida y quiénes somos. No todas nos marcan de esta manera - algunas serán cortas o tal vez largas pero no dejan demasiada huella. Otras sin embargo, marcarán un antes y un después en nuestro camino.
Las startups en sus primeros años suelen estar en este último grupo. Creo que es por la intensidad de lo que se vive - es como estar en un mar sin mapas, tratando de descifrar cuál es la mejor ruta a pesar de la niebla mientras cada vez te queda menos gasolina. Esto te lleva a generar habilidades que sólo un contexto tan desafiante saca de nosotras. Son competencias que podemos tener en potencia pero si los desafíos no nos empujan a desarrollarlas, tal vez nunca lo haríamos. Además, el barco en una startup tiene aún pocos tripulantes, y simplemente no hay a dónde escabullirse. El impacto de cada persona es trascendental en el futuro de la organización. Esto nos pone el reto de agregar valor cada día.
El contexto es difícil y también tiene altos riesgos - de hecho se estima que el 90% de las startups fracasan en sus primeros años. A pesar de éstos, las habilidades que nos deja pasar por un entorno así son enormemente valiosas. Les comparto aquí algunas de las que más admiro.
Ser capaces de hacer un poco de todo, y hacerlo bien. Ser parte de un equipo pequeño con ambiciones grandes requiere de muchísima versatilidad, apertura a intentar cosas nuevas y excelencia en lo que hacemos. No hay grandes áreas de soporte ni necesariamente el expertise interno para resolver lo que no sabemos. En mi experiencia, las personas con mayor potencial de crecer en estos entornos son aquellas que logran conquistar todo el tiempo nuevas fronteras. Aprenden nuevas habilidades según la demanda de cada rol, son buenas en muchas cosas (aunque nunca seremos buenas en todo, pero a más amplio ese espectro, más valor puedes agregar en una empresa en etapa temprana), y buscan siempre hacer su trabajo con un alto estándar de calidad.
Aprender a tomar decisiones de alto impacto (a pesar de no sentirte del todo preparada). Esta es tal vez una de las cosas que más me ha costado a mi y a muchas de las personas con las que trabajé en los primeros años de Laboratoria. Éramos todas bastante jóvenes, y teníamos por delante decisiones de enorme impacto en nuestras usuarias, clientes, aliados y hasta en nosotras mismas. Sin embargo, a pesar de lo difícil que es creo que estar expuestas a este desafío de manera continua terminó haciéndonos mejores tomadoras de decisiones. Más intuitivas, más conscientes de las consecuencias de una mala decisión (que una etapa temprana pueden acabar con la empresa), más colaborativas para tomarlas. Es un músculo que empiezas a ejercitar desde muy joven cuando trabajas en una startup.
Aprender y accionar con agilidad. El tiempo en este tipo de entornos cobra dimensiones extrañas. Pasa a un ritmo increíblemente veloz, que demanda que aprendamos a correr a su velocidad. Las startups en etapa temprana solemos compartir una característica: un runway corto. Es decir, pocos meses de $$$ en nuestra cuenta bancaria. Esto hace que cada día valga. No hay tiempo para perder. El ritmo de experimentación y aprendizaje para construir un producto o servicio que agregue valor es lo que distingue la muerte de la supervivencia. Si queremos tener éxito trabajando en un contexto así tenemos que lograr experimentar, medir, pivotear, y aprender de cada uno de estos ciclos.
Trabajar en startups no necesariamente es para todo el mundo, ni tampoco para todos los momentos de la vida. Para algunas personas, después de pasar una etapa intensa como esta, es necesario un tiempo en un contexto un poco más estable. Otras se enamoran de la adrenalina y la posibilidad de marcar la diferencia, y buscan siempre experiencias que las regresen a ese comienzo. Pase lo que pase, todas llevan una mochila de habilidades muy valiosa para su siguiente paso.
Para conocer más de cerca la trayectoria de trabajar y crecer en startups, acompáñanos a conocer las historias de Jimena, socia de uno de los principales fondos de inversión de la región y antes emprendedora, y Anaís, cofundadora de una plataforma que está construyendo el ecosistema para mujeres emprendedoras. Son unas cracks las dos. ¡Las esperamos!
Un abrazo,
Mariana