Sobre el por qué de nuestras aspiraciones
Y una reflexión para no olvidar encontrar nuestra motivación intrínseca y vivir en el presente.
Una de las cosas que más caracterizó mis primeros años de carrera fue la impaciencia por saber qué vendría después. No había terminado la universidad y ya me encontraba pensando en qué maestría estudiaría. Recién llegada a mi primer año de trabajo en Washington DC, fantaseaba por horas imaginando la siguiente ciudad en la que viviría. Cargaba conmigo un check-list mental de los hitos que debía cumplir para tal o cuál momento: trabajar fuera, viajar por trabajo, maestría, rol de aparente liderazgo en alguna organización reconocida, cierto nivel de sueldo.
Mirando atrás, creo que era una especie de ansiedad sobre un futuro absolutamente incierto, siempre cargando la posibilidad de no estar a la altura de mis propias expectativas. Con el paso de los años, la vida, y la madurez que esta me trajo, esta ansiedad se fue mitigando poco a poco y abrió espacio para disfrutar del presente. A pesar de que todavía me visita de vez en cuando, creo que he logrado darle su justo lugar. Uno donde me invita ocasionalmente a pensar en otros futuros posibles, pero no cobra dimensiones que opaquen mi presente.
Comparto esta reflexión porque en mis conversaciones con mujeres que quiero, esta ansiedad sobre el futuro y sus expectativas es una visitante conocida . ¿Estoy tan lejos como debería? ¿No debería estar ya en un siguiente paso? ¿Qué hice mal para no estar ganando más a estas alturas? ¿Cómo llego más rápido a ese siguiente título?
Si bien es común sentirnos así, también creo que ir cambiando esta manera de hablarnos es parte central de aprender a ser felices. Un primer paso para mí está en detenernos a entender el por qué de nuestras aspiraciones.
El tagline que elegimos para Laboratoria+ es que las mujeres estamos listas para llegar más lejos. Y sin duda lo estamos - aún hay demasiadas brechas por cerrar en todos los frentes. Sin embargo, es importante reflexionar sobre por qué queremos llegar más lejos. Para los budistas, el deseo es una de las causas de la infelicidad, pues nunca termina. Quieres un sueldo mayor. Lo consigues, y al poco tiempo adaptaste tu estilo de vida y quieres uno más grande todavía. Quieres un rol de mayor reconocimiento. Lo consigues, y pronto empieza nuevamente el vacío de sentir que ya no es suficiente.
La rueda, si no la detenemos, no deja de girar y en ella corremos el riesgo de perdernos en un ciclo de insatisfacción continua.
Para no jugar este juego (o al menos caer en el menos seguido), tenemos que encontrar nuestra motivación intrínseca. Esta se da cuando aprendemos a hacer las cosas por la satisfacción que nos brindan, más allá de las consecuencias externas que puedan traernos. Si hoy se encuentran soñando con otro trabajo, con mayor liderazgo o reconocimiento, las invito a pensar por qué. ¿Qué tanto en su respuesta está el valor de crecer para aprender, para aportar más a otros, para ser una mejor versión de sí mismas? ¿Y qué tanto está en motivaciones extrínsecas - aquellas guiadas por sus consecuencias externas - como el reconocimiento externo o el deseo de cumplir ciertas expectativas impuestas? Por supuesto que tendremos un poco de ambas, es inevitable y de hecho no siempre es malo. El balance, sin embargo, debería estar mucho más orientado a lo intrínseco, pues es la única manera de encontrar satisfacción verdadera en el tiempo.
Yo creo que encontré mi lugar de paz cuando empecé a trabajar por un propósito que me llenaba el corazón, más allá de lo que pasase afuera. Con esto vino entender que crecer no tenía que ver con un nuevo título o una nueva validación de la sociedad, si no con ser mejor profesional para el impacto de mi organización, mejor líder para mi equipo, mejor mamá para mis hijos.
Hoy hago un esfuerzo genuino por cuestionar los “hitos” que siembran las expectativas externas en mi mente. Intento recordar que está bien soñar con conquistar nuevos nortes, pero si empezamos a pasar demasiado tiempo ahí, corremos el riesgo de dejar de vivir y disfrutar nuestro presente, que es, en realidad, lo único que tenemos.
Para cerrar esta travesía, les quiero compartir algunas ideas de cómo empezar a recorrer este camino.
Primero, conocernos para entender qué nos llena de manera sincera y buscar espacios en nuestras carreras que cultiven esto.
Segundo, deconstruir las expectativas externas que nos hacen creer que nuestro valor o sentido de éxito tiene que ver con los hitos que vayamos marcando en esos checklists imaginarios que la mayoría de nosotras tenemos.
Finalmente, ser pacientes con nuestro camino y aprender a disfrutarlo, confiando en que para llegar lejos a veces las mejores recetas son la calma y la consciencia.
Espero que les ayude a empezar a mirar sus planes a futuro desde una nueva perspectiva.
Que pasen un lindo fin de semana,
Mariana
Qué importante reflexión, Mariana. Le he estado dando vueltas al tema recientemente, y la salida a la carrera ansiosa está, como dices, en conectar con el propósito de nuestro trabajo, que no es más que alinearnos a nuestra intención sincera ¿por qué hago lo que hago? Y es la intención la que nos alinea y centra en el presente. La fuerza que da la intención o el propósito es inigualable a cualquier motivación externa.