Para mí, liderar es un camino, no un destino. Es un camino de construcción y aprendizaje continuo, de encontrar a la líder que tenemos dentro. Y nada es más importante para eso que el autoconocimiento. Descubrí esto hace unos años, cuando estaba fracasando terriblemente como líder de mi equipo, y dediqué mis siguientes años profesionales a mirar hacia dentro, conocerme bien, reflexionar profundamente sobre quién era y quién quería ser. Pasaron los años, y justo cuando pensaba que ya me conocía bien y me empezaba a sentir orgullosa de mi yo profesional, me convertí en mamá y todo se vino abajo.
El proceso más transformador en mi vida personal ha sido sin duda la maternidad. Todos los clichés que juraba jamás formarían parte de mi historia se han vuelto mantras diarios en mi vocabulario. Me encuentro diciendo cosas como “es muy difícil, pero es lo mejor que me ha pasado”, o “¡crecen demasiado rápido!”. Cuando me convertí en mamá, todas las fortalezas que había aprendido a potenciar y las debilidades que había logrado mitigar, cambiaron. De pronto tenía que enfrentarme con todo lo que no sabía hacer, lidiar con angustias que no entendía de dónde venían, aceptarme y amarme en un cuerpo distinto. De un día para el otro no me reconocía.
Durante mi licencia de maternidad, un periodo lleno de amor pero donde a la vez el miedo es una constante, empecé a dudar si lograría redescubrirme y reencontrarme con esa versión de mi misma que se sentía relevante, valiosa y líder en el trabajo. Estaba crónicamente cansada, mi cuerpo literalmente alimentaba otro ser humano, y tenía la memoria de un pez. No podía concebir volver a mi rol de COO en una startup que quería lograr cosas grandes. Me sentía insuficiente y perdida, insegura de quién era y a dónde pertenecía.
Ser mamá y trabajar fuera de casa al mismo tiempo no es para principiantes. Ser madre ya es un trabajo de tiempo completo en sí mismo (¡sin decir no remunerado!), y cuando agregas una carrera profesional además de eso, puede ser abrumador. La sociedad impone infinitas expectativas sobre nosotras. Como bien dice la autora Amy Westervelt, “esperamos que las mujeres trabajen como si no tuvieran hijos y críen a los niños como si no trabajaran.” Las políticas de maternidad son insuficientes (ni hablar de las de paternidad). Los horarios del colegio no cuadran con los del trabajo, las visitas al doctor se vuelven frecuentes. La culpa, muchas veces autoimpuesta, nos consume. Sentimos que mucho tiempo en el trabajo nos hace malas madres. El tiempo dedicado a nuestros hijos nos hace malas colaboradoras. ¿Cómo conciliar todo esto con nuestro liderazgo en el trabajo? En mis primeras semanas de vuelta al trabajo muchas veces pensé (y en días de mucho cansancio todavía me invade este sentimiento) que simplemente no es posible realizar nuestras ambiciones profesionales y ser madres al mismo tiempo. Me sentía dividida, jalada a distintos lados, y todo el tiempo tratando de reencontrarme.
Nosotras no somos las únicas responsables por cambiar esta realidad. Gran parte de este reto tiene que ver con las inmensas restricciones que enfrentamos al tratar de hacer ambas cosas. Como sociedad, tenemos que implementar mejores políticas y mejores condiciones para que las mujeres que también son madres, no sufran tanto conciliando sus responsabilidades personales con sus carreras profesionales. No tiene por qué ser tan difícil. Pero hay también una parte de esta experiencia que es profundamente emocional, interna. Y la principal cuidadora de esa parte tenía que ser yo misma.
Con el tiempo entendí que el autoconocimiento también es un camino, y no un destino. Así como cuando aprendí a liderar, tendría que aprender a navegar la dualidad de ser una mamá con una carrera profesional al mismo tiempo. No sería fácil, a veces anhelaría los viejos tiempos, pero crecería como resultado. Quién sería, y en quién me convertiría, dependería solo de mí. El ruido externo de las expectativas irrealistas impuestas por la sociedad, y los juicios de quienes no tienen la menor idea de lo que vivimos, no importarían. Me enfocaría en superar mis propios miedos e inseguridades, desarrollar resiliencia, volver a tener convicción en mi voz.
Escribo, hoy, para todas aquellas mujeres que como yo, se encuentran intentando balancear la maternidad con el trabajo, y la montaña rusa emocional que eso conlleva. Recordar que nosotras somos suficientes es un esfuerzo de todos los días. Es normal que la maternidad ocupe un espacio tan grande en nuestras vidas, que nos fuerce a recobrar el significado de nuestra existencia en el trabajo. Tenemos que ser empáticas y pacientes con nosotras mismas. Confiar en nuestra capacidad de reinventarnos, de seguir creciendo, e invertir en esa futura versión de nosotras. Hay que seguir trazando el camino. Lo haremos cansadas, con unas cuantas cicatrices, y con nuestro corazón en manos, pero lo haremos. No porque la sociedad lo necesita para seguir trabajando hacia mayor equidad, o porque nuestros hijos se beneficien en el proceso, sino porque nosotras nos lo merecemos.
Gabi, que delícia ler seu depoimento! Me encontrei bastante nele e sigo guiada por duas certezas; a maternidade não é um destino, é um caminho e um caminhar e o que sustenta nosso investimento em ambas empreitadas (carreira e maternidade) é o desejo! Por isso tão importante olhar para dentro e ir se reconhecendo, se autorizando, se descobrindo e se desculpando pelo caminho! Lindo, lindo seu depoimento, que com certeza ajudará muitas mulheres que passarão ou passaram pelo mesmo! ❤️
Beijos , Lucinha!
Que lindo artículo, aún no soy mamá pero siempre me he preguntado cuanto cambiará mi desarrollo profesional cuando lo sea, ¿Podré cumplir mi rol como madre y profesional a la vez? ¿Qué tan difícil será? son preguntas que me invaden. Gracias por compartir tu experiencia no hay duda que podemos con todo porque nos lo merecemos :)