Estamos felices de partir el año en Laboratoria+ con un evento abierto con la gran Silvia Vasquez-Lavado. Parte de lo que hacemos en L+ es acercar historias de mujeres que inspiran, y pocas como Silvia para ello. Activista contra la violencia sexual, montañista profesional (ha llegado a la cima del Everest y a las siete cumbres más altas de cada continente), y ahora también autora de El Abrazo de la Montaña, el próximo miércoles 10 de enero tendremos un conversatorio para aprender de su camino.
Es la primera semana de un nuevo año, y creo que todavía estamos a tiempo de hablar sobre resoluciones de año nuevo. En los últimos días he visto un poco de todo.
Quien encuentra irrelevante tenerlas porque cree que es la típica cosa que todos hacemos, nadie cumple y nos pone estrés innecesario.
Quien dedica tiempo y espacio para planear sus metas del año de manera detallada, trazando objetivos medibles en distintos frentes de su vida.
Quien elige tener solo una gran intención para el año que sirva de estrella norte.
Quien considera el inicio de un nuevo año un día cualquiera, irrelevante como nuevo comienzo.
Y muchas variantes de estas más. Nuestra perspectiva al respecto es algo muy personal y creo que depende del momento y las circunstancias que estemos viviendo, pero para mi hay algo especial en marcar los nuevos comienzos y el inicio de un nuevo año es una bonita representación de esto. Además, cada año que pasa creo más en el valor de ser intencional en todo lo que hago. Trazarme un norte me da dirección, y me da un sentido de agencia sobre mi vida. Yo puedo decidir. Porsupuesto que hay que aceptar que son muchas las cosas en nuestras vidas sobre las que no tenemos control, pero justamente ser internacional con qué quiero me ayuda a sentirme firme en medio de la incertidumbre.
Hay muchos consejos sobre cómo hacer resoluciones que efectivamente nos sumen y no nos terminen restando. Hoy quiero compartirles algunos de los que más me ayudan.
Primero, enfócate en lo que realmente te importa y estás dispuesta a hacer
Por muchos años me “medio puse” resoluciones genéricas. Digo “medio puse” porque eran cosas que pensaba pero no terminaba de genuinamente sentir propias o concretar. Leer más y hacer deporte fueron de mis clásicas fallidas por muchos años. Mirando atrás creo que fue porque eran cosas que en papel sonaban bien, pero que no eran realmente compromisos que estaba dispuesta a asumir.
Estoy segura que todas aquí quisiéramos leer más o hacer más deporte. ¿Pero para cuántas esto realmente es prioridad sobre tantas otras cosas? Sin duda para muchas menos. En mi caso, hacer deporte solo se volvió genuinamente importante en mi vida después de tener hijos. Siempre quise ser deportista, pero era un poco una aspiración al aire, de la boca para afuera. No fue hasta que entendí que en mi salud física está mi salud emocional que logré realmente hacer del deporte una prioridad en mi vida.
Leer más ha estado por los últimos años en mi lista de resoluciones, y año tras año fracaso. Este año he decidido no incluirlo. Amo aprender y amo leer, pero estoy en una etapa de mi vida donde en mi tiempo fuera del trabajo, mi familia, mi sueño y mi deporte son más importantes.
Así he ido aprendiendo y siendo más intencional con las tres o cuatro cosas que me propongo cada año. Son cosas que genuinamente quiero en mi vida y estoy dispuesta a sacrificar otras por alcanzarlas.
Segundo, recuerda que el proceso es mucho más importante que el resultado
En estos días me encontré con esta cita de James Clear, el autor de Hábitos Atómicos.
“Nuevas metas no generan nuevos resultados. Nuevos estilos de vida, en cambio, sí. Y un estilo de vida es un proceso, no un resultado. Por esta razón, toda tu energía debería irse a construir mejores hábitos, no a perseguir mejores resultados”.
Comparto plenamente lo que dice y me hace pensar que más que metas de año nuevo, se trata de procesos que nos vayan acercando a esa vida que queremos. El aprendizaje está siempre en el camino, muchas veces independientemente del resultado. Tal vez más que conseguir ese nuevo trabajo se trata de cultivar la disciplina de crecer tu red profesional, por ejemplo. Que se de el empleo no necesariamente está en tu control, pero si te vuelves alguien capaz de crear nuevas relaciones profesionales todo el tiempo sin duda amplías tus oportunidades. O si tienes la resolución de conectarte más con tus hijos tal vez puedes partir por el compromiso de leerles un cuento antes de dormir una vez por semana. Si logras que esa se vuelva una rutina en tu familia, seguramente termines sintiéndote más conectada. Así, es en los comportamientos de nuestro día a día que vamos reflejando nuestras prioridades.
Finalmente, piensa también en tu intención para el año
Más allá de las cosas que quiero priorizar en mi vida este nuevo año, me gusta la idea de pensar en mi intención respecto a cómo quiero vivirlo. Es más abstracto, menos concreto; una especie de filosofía de vida que quiero que me acompañe. En mi caso, estoy eligiendo una intención que empecé a cultivar en el 2023 y quiero tener mucho más presente este 2024. Se la debo a una frase que leí en algún libro o escuché en algún podcast - con pena no me acuerdo cuál.
Es humano y muy fácil enamorarnos de lo que podría ser. Cómo podría ser mi vida si tuviese a, b o c; cómo pudo ser mi vida si hubiese hecho a, b o c, e infinitos caminos imaginarios donde el gras parece ser más verde. Lo difícil - y lo que quiero recordar todos los días - es aprender a enamorarnos de lo que es. Aquello que tenemos hoy. Aprender a valorar nuestra realidad es mucho más retador de lo que parece. Perseguimos cosas y cuando las conseguimos, nos olvidamos de lo que representan y queremos más. Y no es que querer más o algo distinto esté mal - es también parte de progresar y crecer. Lo importante es lograr ese fino balance en el que la aspiración a más no opaca todo lo que ya tenemos.
Quiero tanto esta intención que creo que me la voy a tatuar pronto (cosa que me da algo de risa porque a mi yo de hace algunos años, sin duda esto le hubiese resultado motivo de burla). Por suerte tenemos derecho a cambiar cada año. Es parte de lo bonito del camino.
Espero que estas ideas les sumen en su propio proceso, que todavía están a tiempo de empezar (y de hecho siempre estarán a tiempo, pues cada día es un nuevo comienzo).
Un abrazo,
Mariana