Quedarnos sin trabajo es parte del camino
Y la importancia de normalizar los baches en nuestras carreras profesionales
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En las últimas semanas he tenido muchas conversaciones con mujeres que han perdido su trabajo. Algunas por despidos masivos en el sector tech, otras por cambios de prioridades en sus empresas dado el contexto económico, o quienes simplemente no hicieron fit con el rol disponible en su empresa en ese momento.
Todas ellas talentosas. Todas con muchísimo por aportar. Todas también dolidas y cuestionando su valor en un mercado laboral cada vez más desafiante.
En una sociedad donde nuestro valor como personas está altamente vinculado a nuestro camino profesional, perder el trabajo suscita una ola de emociones complejas. Vergüenza al pensar que no somos suficiente. Rabia por lo ocurrido. Miedo sobre lo que pasará. Hasta culpa por sentir que defraudamos a quienes creyeron en nosotras.
Lo que no siempre reconocemos es que hay altas posibilidades de que esto nos suceda en algún momento de la vida. A mi esposo, uno de los emprendedores más hábiles que conozco, lo despidieron de su primer trabajo. Mi hermana, de las profesionales más organizadas y eficientes que he visto, perdió su trabajo en la pandemia. Muchísimas personas queridas que admiro han pasado periodos largos sin empleo.
A mi me despidieron de mi primer trabajo remunerado, cuando fui mesera en un clásico pub Londinense durante mis años universitarios. Si bien era un trabajo de verano sin demasiada importancia, me acuerdo con lujo de detalle la conversación con mi jefe porque me dolió mucho. Me hizo sentir poco valorada, poco capaz y muy sola. De hecho, por un buen tiempo no le conté a nadie que fue un despido - aproveché que el verano estaba cerca de llegar a su fin para dejar la historia ahí. Sólo con el tiempo, conforme me fui sintiendo más segura de mi misma y mi valor, logré ver este episodio sin rencor y hasta reírme de mi falta de habilidades de coordinación motora.
En nuestra sociedad, perder el trabajo es un poco como la muerte. Casi una certeza a lo largo de nuestra vida y sin embargo, algo tabú de lo que no hablamos y menos aún nos preparamos para enfrentar. Pero en un mercado laboral que cambia más rápido de lo que nos podemos adaptar y un mundo con crisis de toda índole, los despedidos son parte normal de nuestra vida profesional a pesar de lo que duelen (y como líder de equipos donde también he tenido que despedir personas, sé que de ambos lados duele 😔).
¿Qué podemos hacer, entonces, para empezar a sentirnos más cómodas con los despidos como parte de nuestro camino profesional?
Primero, reconocer nuestro valor y no permitir que un despido lo quiebre. Que las cosas no hayan resultado en un trabajo no quiere decir que no seamos buenas, mucho menos que no vayan a resultar en el siguiente. Hay que tener la humildad para aprender y mejorar, pero también cultivar el amor propio para sentirnos valiosas por lo que somos, independientemente de lo que estemos viviendo.
Segundo, transformar el dolor de ese momento en algo que valga la pena. Este es uno de los principios por los que intento guiar mi vida. Como dicen por ahí, no son las cosas que nos pasan si no lo que decidimos hacer de ellas. Tenemos que lograr en un futuro mirar atrás y estar agradecidas de haber perdido ese trabajo porque terminó abriendo un mejor camino para nosotras.
Finalmente, recordar que nuestro trabajo no nos define. Esto es enormemente difícil, pues todo en esta vida moderna nos impulsa a creer lo contrario. Sin embargo, hay que recordar todos los días que somos mucho más que un título. Somos nuestros valores, nuestras relaciones, nuestros pasatiempos. Somos nuestras familias y nuestros sueños. Somos tanto más que ese trabajo que perdimos.
Con todo esto incorporado podemos ejercer nuestra agencia para entender en qué somos buenas, en qué tipo de organización queremos trabajar, y construir las habilidades y el network que nos permitan llegar a ello.
Fuerza para todas las que están pasando por este momento <3
Un abrazo,
Mariana