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La Travesía de hoy la escribe la gran Mila, Growth Manager en Laboratoria+.
A lo largo de nuestro camino profesional (y también personal) no todo siempre es estable y hay momentos en los que nos sentimos, de alguna manera, estancadas. A veces, nuestras carreras no avanzan como lo habíamos soñado, nuestros emprendimientos no despegan como esperábamos, o ‘simplemente’, en nuestro día a día no logramos cumplir con lo que nos proponemos y vemos que nuestros objetivos se alejan cada vez más. Estos momentos pueden ser particularmente difíciles de reconocer. De repente, te das cuenta que ha pasado más tiempo del que quisieras, y salir de ahí y enfrentarlo se siente aún más desafiante.
Hace muy poco estuve ahí. Pasé varias semanas sintiéndome estancada. A pesar de estar completamente ocupada, sentía que los días pasaban sin lograr nada realmente significativo. Era como si estuviera en automático, moviéndome sin rumbo. Poco a poco, una mezcla de angustia y miedo empezó a invadirme al ver que no avanzaba, y luego también culpa de no estar entregando lo que se espera de mí en la chamba.
Sé que es natural no estar siempre al 100%, pero cuando estás en ese momento y el tiempo sigue pasando sin encontrar la salida, no piensas “es normal” o “todas pasamos por esto”. Para mí, esta vez fue particularmente difícil, no sé bien por qué. Tal vez sea porque hoy estoy en un trabajo que me importa muchísimo. O quizás porque hoy soy más exigente con mi propio desempeño y cuando no cumplo con mis expectativas suelo ser dura conmigo misma.
La realidad es que momentos como este empiezan a afectar mi confianza, incluso mi autoestima. Lo bueno de irse haciendo mayor es que muchas de estas situaciones ya las has pasado antes, y cada vez tienes más herramientas para hacerles frente. Aunque no siempre lleguen fácil o rápido, suelen estar dentro de nosotras. En mi caso, me tocó parar un rato y reflexionar. ¿Qué es lo que me está pasando? ¿Qué es lo que estoy sintiendo? Y sí, muchas cosas estaban pasando y muchas emociones moviéndose, pero todo se reducía a que no me sentía plena de vida. Estar plena de vida es un concepto que me encanta y que trato de mantener presente siempre. Está basado en los cuatro pilares de integridad de Gay Hendricks. Fue bueno sentarme a revisar esto en mi, pensar en lo que necesitaba ajustar, y recordarme las cosas que sigo haciendo bien y sentirme orgullosa de eso.
Quiero compartirles algunas prácticas que me gusta seguir para sentirme plena de vida. Espero que les sirvan de inspiración para reflexionar y crear su propia guía.
Primero, asume plenamente la responsabilidad. Para mí, esto significa alejarme de la mentalidad de ser ‘víctima de las circunstancias’. Tengo muy claro que mi vitalidad se apaga en cuanto me acerco a la victimización. Por eso, es crucial para mí ser responsable de mí misma, de mis acciones y de mis decisiones.
He notado que cuando elijo asumir responsabilidad por mis experiencias, recupero el control y siento una ola de energía regresar a mi cuerpo. En estos días sintiéndome estancada, una parte de mí culpaba mi desempeño a factores externos. Incluso llegué a quejarme de la interminable ruma de platos por lavar en la cocina, como si eso fuera la causa de mi falta de energía. A veces nos protegemos de esa manera, conscientes de que asumir responsabilidad puede implicar una introspección que no siempre queremos enfrentar. Yo me encontré poniendo excusas y culpando a muchas cosas, cuando lo que realmente necesitaba (y finalmente me ayudó) era asumir la responsabilidad y tomar el control.
Segundo, mantente abierta a sentir tus emociones. Muchas de nosotras, por diversas razones —ya sea por la sociedad, nuestros caminos de vida o nuestras costumbres— hemos aprendido a reprimir lo que sentimos. En mi caso personal, pasar años en el closet fue como tener un máster en cómo reprimir emociones. Sin quererlo, me convertí en experta en este tema. Sé muy bien cómo encontrar cajones dentro de mí y guardar cosas con 25 llaves durante años, aunque no sin consecuencias, claro.
Aprender a sentir y, sobre todo, a comunicar lo que siento, me llevó varios años. Alguna vez leí una analogía que me encantó: imagina que los sentimientos son pelotas de playa. Si intentas sumergir en el agua muchas al mismo tiempo, terminarás exhausta. Y es cierto. Hoy me gusta ponerle un nombre exacto a lo que estoy sintiendo, porque no todo se reduce a “odio” o “amor”. Es importante para mí saber si tengo, por ejemplo, ansiedad o miedo. La ansiedad es esa sensación de inquietud por situaciones futuras, mientras que el miedo se refiere a un riesgo presente. Identificar con precisión lo que siento y ponerle el nombre correcto me ayuda a no sentirme abrumada por las muchas emociones que podemos tener.
Tercero, sé fiel a tus promesas. Este punto es uno de los más importantes en mi vida. Las promesas son aquellas cosas que decimos que haremos o que no haremos, y no tienen que ser grandes compromisos. Son simplemente los acuerdos que hacemos con nosotras mismas.
He notado que no hay nada que me quite más energía que no cumplir con lo que prometo. De hecho, hace poco reflexionaba con una amiga mientras corríamos sobre lo diferente que son mis días cuando hago ejercicio y cuando no. Los primeros suelen estar llenos de energía y positividad, mientras que los otros me llevan por caminos más negativos. Sin embargo, después de conversar un rato llegamos a la conclusión de que no es solo la actividad física lo que determina el rumbo de un día, sino si he sido fiel a la promesa de comenzar el día haciendo deporte. Porque hay días donde dentro de mi planificación está no hacer deporte y esos son días buenos también. Entonces, ¿es realmente el deporte (seguro que tiene algo que ver) o es cumplir lo que me prometí? Me doy cuenta que ser fiel a mis compromisos tiene un impacto fundamental en cómo me siento.
Hoy escribo este post tan personal porque quiero recordarles a todas las que nos leen que no siempre estamos al 100%, y eso está bien. En la vida y la carrera definitivamente no avanzamos en línea recta. Hay altos y hay bajos, y en ambos, por más difícil que suene, hay espacio para el crecimiento. Hoy me siento bien. Me encanta mi trabajo, y además estoy segura de que lo hago bien. Pero sobre todo, me siento fuerte de haber pasado por este momento y haberme permitido sentir, reajustar y seguir adelante.
Con cariño,
Mila
Hermoso Mila! Gracias!!