La Travesía de hoy la escribe Vanessa Cabrera, mentora en Laboratoria+
Mi camino profesional ha sido todo lo contrario a una línea recta. He tenido quiebres, cambios, giros, transiciones. He aprendido a mirarme, confiar en los ciclos naturales del cambio, comunicar lo que necesito y escuchar mi intuición. La incertidumbre ha sido aliada y enemiga, ha sido puente y vacío. En todos estos años, cultivar una relación con ella ha sido vital para sostenerme en tiempos de transición.
Recuerdo la sensación hace 14 años. Trabajaba en una empresa líder de consumo masivo, me gustaba el branding. Sin embargo, una voz dentro de mi se cuestionaba: ¿es este mi lugar?, ¿este es el impacto que quiero generar en el mundo? Algo en mi ya no quería performar - necesitaba abrir una búsqueda.
Después de una larga reflexión tomé la decisión: en una tarde cálida a inicios del 2011, le pedí a mi jefe salir al jardín y le conté, sintiendo nervios en todo el cuerpo y mucho miedo a no ser entendida, que no podía continuar. No me veía en ese puesto. No era feliz, y necesitaba iniciar un proceso de exploración personal. Me lancé a la piscina de la incertidumbre sin tener las herramientas para navegarla. Mirando atrás, tuve la fortaleza para hacerlo porque mi deseo de búsqueda era muy grande, e intuía que aprendería a nadar en estos nuevos mares.
El poder de las transiciones
Ese tiempo de transición me dejó lecciones valiosas. Cambió mi vida y me enseñó a navegar la incertidumbre y hasta disfrutarla. Hoy les quiero compartir algunos de los secretos que aprendí y he seguido cultivando en estos años gracias a mis etapas de cambio.
Las respuestas aparecen abriendo caminos distintos.
Este es el primer secreto que me compartió la incertidumbre. Uno de mis mayores temores al tomar la decisión de renunciar era experimentar el misterio de un nuevo tiempo. Una parte de mi sentía una necesidad muy grande de respuestas y claridad, mientras la otra, un deseo de no tenerlas y de encontrarlas en la propia experiencia.
Empecé a seguir caminos basados en mi intuición. Uno de ellos fue el yoga. Me inscribí a un profesorado buscando un espacio que le diera paz a mi mente caótica. Me emocionaba sentir que estaba fuera de la oficina, sin deadlines. Era una especie de libertad ambigua.
También me llamaban las artes, pero nunca me sentí artista. Creciendo, me identificaba más en lo académico y verbal. Sin ser consciente de ello, en algún momento asumí que lo artístico no era para mi (¡cuán limitantes pueden ser las etiquetas!). Por suerte esta vez mi intuición fue más fuerte y no me limité por ellas. Decidí seguirla y entré a un curso para explorar el camino de volver al cuerpo a través de la danza.
Bastó llegar a mi primera clase para darme cuenta de lo desconectaba que estaba de mi propio movimiento, de mi cuerpo. Me llené de una curiosidad muy grande por seguir explorando ese mundo, sin prisa. Así fui caminando a la formación como Facilitadora y Terapeuta de Artes Expresivas. Encontré un espacio en el que no me sentí juzgada, donde sentía que no importaba si técnicamente me expresaba artísticamente bien o mal. Lo importante era expresarme, y haciéndolo, fui descubriendo un nuevo rumbo.
Dale rienda suelta a la exploración.
Este es el segundo secreto que me contó la incertidumbre. En los meses después de mi renuncia me di la posibilidad de explorar todo lo que no había podido explorar en años. Entré a cursos de fotografía en blanco y negro, de creatividad e imaginación, danza, altares femeninos, profesorado de yoga, canto. Exploré muchísimo sin tener un por qué en la exploración. Simplemente me dejé llevar, y todo fue alimentando mi psique femenina de una forma que lo académico y el trabajo no había logrado jamás. Fui dando forma a través de la exploración a los caminos por dónde quería seguir.
Venimos de sistemas educativos tradicionales que no buscan incentivar la curiosidad propia sino más bien estandarizarla. Muchas veces, esto crea memorias internas de miedo y vergüenza en relación a seguir nuestros intereses y explorar por el puro placer de hacerlo. Pero explorar es la única manera de descubrir. Por eso, hoy que trabajo guiando a otras mujeres en procesos de cambio, las impulso a abrirse a explorar, y en esa exploración, permitir que se revelen ante ellas otros lados de sí mismas.
Todas somos creadoras, y las transiciones son tiempos de potencial creativo.
Este es el tercer secreto que me enseñó la incertidumbre. En las mentorías que doy, escucho a mujeres compartir que han empezado a explorar la repostería nuevamente, se han dado tiempo para hacerse un tatuaje, volver a escribir, retomar las acuarelas. Todos estos ejemplos son espacios de exploración creativa personal que enriquecen el proceso en sí mismo. Pienso que para las mujeres, la creatividad es más que otro lado nuestro. Es la base de nuestra vitalidad. La energía creativa es más que pintar un cuadro. Es crear ideas, sistemas, proyectos, estructuras, nuevas formas de ver y vivir la vida. Aunque no estemos acostumbradas a verlo así, el potencial creativo de un tiempo de transición es tan grande que enriquece cualquier proyecto laboral hacia el futuro. Sin embargo, muchas veces no podemos aprovecharlo así porque terminamos etapas laborales drenadas de toda energía.
Reconectar con mi fuerza creativa me ha permitido transitar un cambio de carrera, formarme como terapeuta y facilitadora de artes expresivas, darle vida a mi artista interior, escribir poesía, crear mi propia consultora en conexión humana, y establecer estructuras internas que me permiten vivir una vida afín a mi misma.
Cuando no tengas respuestas, vuelvas a los rituales.
Este es mi cuarto y último secreto de la incertidumbre. Desde mi perspectiva, la sociedad en la que vivimos está llena de estándares que nos alejan de nuestra autenticidad, parámetros que sobrevaloran el conocimiento lógico sobre el intuitivo. En mi experiencia las mujeres necesitamos abrirle espacio a nuestro mundo intuitivo. Es parte de los lenguajes que alimentan nuestro femenino interno. Acercarnos a nuestra intuición en una transición es una guía para navegar conectadas con nuestra sabiduría interna.
El ritual es un acto creativo en sí mismo que me ayuda a conectar con mi intuición en tiempos donde no encuentro respuestas. Byung-Chul Han, filósofo, habla del ritual como un momento en el tiempo/espacio que da estabilidad, lugar y continuidad a los procesos de cambio. Les otorga sentido.
Yo, por ejemplo, separo una hora en la mañana. Enciendo una vela que para mi simboliza la luz que da claridad, me sirvo un té o cacao que simboliza lo femenino y el calor. Hay tantas opciones bellas para crear estos espacios.
Respiro, pongo una intención para ese momento, que me ayuda a guiar mis pensamientos y acciones del día hacia esa intención, independientemente del resultado. Dejo que la palabra venga a mi. Luego, a veces medito, a veces me muevo. Cierro el momento agradeciendo.
El ritual es una de las prácticas que acompaña mi vida, mi negocio y me conecta con un sentido más amplio de las cosas.
Consejos finales
Hoy he compartido un acercamiento a como yo he vivido las transiciones y el potencial creativo de la incertidumbre. Antes de irme, quiero dejarte con algunas ideas para que cuando estés enfrentando una transición, puedas navegarla con mayor confianza:
Valida tus emociones: la mayor brújula que tenemos es lo que sentimos. Dales un sentido que te permita potenciar esta etapa de tu vida.
Dale espacio al placer. No apures los procesos, agenda tiempos contigo misma antes que tiempos para otros temas.
Dale rienda a tu lado creativo: baila, escribe, pinta, canta. Ahí encontrarás respuestas.
Escribe. Lleva contigo un cuaderno que pueda recibir todo lo que estás sintiendo, dudando, pensando. Todo es válido.
Define tus valores internos, tus no negociables y lo que es esencial para ti en este tiempo.
Un abrazo,
Vanessa