La importancia de aprender a pedir ayuda
Y cómo es la base de nuestra mejora y las construcción de relaciones de confianza
Mi primer año trabajando en Laboratoria fue un período bastante desafiante. Venía de un rubro completamente distinto y como suele ocurrirnos en esos primeros meses en un nuevo trabajo, tenía todas las ganas de demostrar que elegirme para ese rol había sido la decisión correcta.
Era JavaScript coach, y una de mis primeras tareas consistía en armar todas las presentaciones para las clases que impartíamos. Quienes me conocen saben que mi fuerte nunca ha estado en el diseño. Me cuesta diferenciar colores, tamaños de letras y detalles minúsculos. Ante mis ojos básicamente todo se ve igual. En retrospectiva puede sonar bastante simple pero en ese momento, el desafío de armar presentaciones que no asustaran a nuestras estudiantes por su diseño se me hacía un mundo.
Creo que recibí más feedback en esos primeros meses que en toda mi vida junta. No quería pedir ayuda porque deseaba intentarlo por mí misma y demostrar que era capaz. Fue solo después de varias semanas de tortura en Google Slides que finalmente me armé de valor para pedirle guía a una compañera (y ahora buena amiga) diseñadora en el equipo. Ella, por supuesto, accedió a apoyarme con total disposición. Y así, tras unas cuantas sesiones de trabajo juntas fui capaz de distinguir diferentes tamaños, tipos de letra y colores con naturalidad.
Este pequeño ejemplo que hasta podría parecer insignificante me enseñó dos lecciones increíblemente valiosas.
Primero, entender que pedir ayuda rápidamente es una habilidad casi olvidada pero importantísima. A veces puede ser incluso mejor que saber cómo hacer las cosas por ti mismo. Con el tiempo he aprendido que cuanto más rápido pida ayuda, más rápidamente aprendo y resuelvo problemas. Esto no quiere decir que no intente hacer las cosas por mi misma primero, pero hoy me conozco mejor y puedo identificar todo el tiempo y esfuerzo que me ahorra pedir ayuda pronto ante ciertos retos.
Segundo, la importancia de saber apoyarnos en el equipo. En ese momento en Laboratoria éramos un equipo nuevo y apenas nos conocíamos, pero nadie me hizo sentir que no me podía apoyar. Fui yo misma que por miedo a mostrarme vulnerable me demoré demasiados días en salir de mi supuesta autosuficiencia. Hoy comprendo que cambiar mi enfoque y atreverme a ser cercana y vulnerable ha sido clave para profundizar las relaciones que tengo. Me ha permitido establecer una red de apoyo sólida y resiliente a la que puedo acceder en distintos contextos.
Hoy quiero compartir con ustedes algunas ideas para empezar a revalorar el pedir ayuda en todos los ámbitos de nuestras vidas.
Empecemos con romper paradigmas.
Con demasiada frecuencia, la sociedad nos señala que pedir ayuda es un signo de debilidad. Nos empuja hacia la autosuficiencia y nos anima a mantener una fachada de fortaleza, evitando mostrar lo que realmente somos y necesitamos. La realidad, sin embargo, está justo del otro lado. Lejos de hacernos ver débiles, pedir ayuda demuestra confianza y cercanía. Al abrirnos a recibir ayuda, además, accedemos a una riqueza de conocimientos y experiencias que potencian nuestro entendimiento y perspectiva.
Sigamos con comprender que pedir ayuda bien también requiere de una estrategia.
Un giro fundamental en mi enfoque fue entender que pedir ayuda debe ser una estrategia bien pensada. Muchas veces me sentí frustrada al descubrir que la persona a quien acudía no estaba en la mejor posición para ayudarme. No era una cuestión de falta de voluntad, sino más bien una discrepancia entre mis necesidades y sus fortalezas. Esto me enseñó a crear diferentes caminos para resolver mis inquietudes. Ahora me acerco a las personas de una forma más estratégica, guiada por el tipo de ayuda que requiero. Esto me ha permitido utilizar de manera más efectiva el tiempo y las habilidades de las personas de mi red, además de hacerlas sentir más cómodas y valoradas.
Ampliemos los horizontes de a quién pedimos ayuda
Conforme me fui sintiendo más cómoda pidiendo ayuda a personas de mi red me atreví a dar el siguiente paso: pedir ayuda a desconocidos. No deja de sorprenderme cómo personas que recién conocemos están dispuestas a compartir lo que saben de manera tan transparente y natural, sobretodo cuando preguntamos sobre áreas en las que se sienten cómodas compartiendo. Esta disposición para buscar consejos en desconocidos que por su experiencia particular pueden ayudarme me ha abierto nuevas puertas en diferentes ámbitos de la vida. Sobretodo hoy que vivo en un país que no es el mío y donde recién estoy creciendo mi red, ha sido clave para ayudarme comenzar de nuevo.
Cerremos el ciclo con gratitud
Es importante también cerrar el ciclo de ayuda con gratitud, reconociendo el impacto positivo que la colaboración puede tener en nuestras vidas. Al hacerlo, no sólo fortalecemos nuestras relaciones, sino que fomentamos un ciclo virtuoso de apoyo mutuo y colaboración. Para aprender un poco más de esto les recomiendo el Ted Talk "El arte de pedir" de Amanda Palmer. Ella nos habla de aprender a pedir con equilibrio, dando y recibiendo con genuina apertura y el deseo de establecer conexiones significativas.
En definitiva, todos nos beneficiamos de la ayuda de otros. Saber pedirla de manera estratégica no solo puede facilitar nuestro crecimiento personal y profesional, sino que también nos permite forjar relaciones genuinas y significativas, que es finalmente lo más importante en la vida.
Espero que estas reflexiones les sean tan útiles como lo han sido para mí, y les animo a compartir sus experiencias y perspectivas en los comentarios.
Un abrazo,
Belen