La cuenta emocional de la que nadie nos habla
Y una estrategia poderosa para cuidar nuestro bienestar
La Travesía de hoy la escribe Wendy Fernández Lamas, querida member de la comunidad de Laboratoria+
El año pasado, una avalancha de problemas personales golpearon mi vida de una forma inesperada. Terminé una relación de pareja de mucho tiempo, empecé a vivir con roomies (algo que aseguré nunca haría), cambié de área en el trabajo y pasé de ser la chica más sociable a la que se sentaba sola durante el almuerzo deseando hacer un huequito en la tierra para esconderme.
Hasta ese momento, siempre había pensado que los problemas personales se ubican en una categoría, y los laborales en otra. Antes había pasado diversos desafíos pero mi ímpetu por seguir avanzando en mi carrera profesional parecía intacto. Esta vez fue distinto. Sin darme cuenta, mi confianza en el trabajo empezó a desinflarse lentamente. Había días donde simplemente no podía concentrarme. Intentaba avanzar con mis pendientes, pero no podía dejar de pensar en lo que estaba pasando fuera de la oficina.
Más de una vez tuve que dejar mi escritorio, encerrarme en el baño y llorar. La presión de intentar aparentar que todo estaba bien, cuando en realidad me sentía rota por dentro, me superaba. No sabía cómo pedir ayuda o si siquiera estaba bien hacerlo. Me preguntaba: ¿es normal sentirse así y seguir trabajando como si nada?
Para mi fortuna, la red de soporte emocional que tuve jugó un papel importantísimo para salir del hueco. Pasé de odiar la frase “todo es un proceso” a realmente lograr vivir y hasta disfrutar del proceso, tanto así que hoy me siento lista para compartirlo.
Conceptos que iluminan
Hace poco conversaba con una amiga psicóloga a quién le debo mucho. Le contaba con entusiasmo de mis avances; de cómo estaba manejando las situaciones ahora, incluso bromeaba imaginando que podría recibir un reconocimiento por hacerlo tan bien. ¿Ya es momento de graduarme? ¿Pasé a la categoría de champions emocionales? A pesar de mi claridad sobre estar mejor y el orgullo que sentía de haber superado esta etapa, no me terminaba de quedar claro exactamente qué combinación de factores me permitió mejorar, ni qué hacer para prevenir otro episodio así en el futuro. En el trabajo, donde cumplo el rol de facilitadora ágil, tengo muchísimos recursos que llevo a mi equipo para propiciar reflexiones que nos ayudan a aprender. Tenemos retrospectivas, tenemos diversos frameworks, tenemos rituales cada vez que las cosas no salen como queremos.
En el campo emocional, en cambio, me sentía con las manos vacías. Fue en esta conversación que mi amiga me introdujo a un concepto enormemente valioso que hoy quiero compartir: la cuenta emocional. “¿Cuenta emociona? ¿Eso existe?”, pensé. Hasta entonces la palabra cuenta sólo me llevaba a pensar en mis finanzas y la importancia de tenerlas en orden.
La cuenta emocional es la forma en la que sumamos o restamos a nuestro bienestar. La clave es entender que así como en la cuenta de banco se van los dólares, en la emocional, hay episodios que continuamente gastan nuestras reservas, y la cuenta necesita depósitos constantes para fortalecerse. ¿Por qué es importante tener una cuenta emocional saludable? Porque los “accidentes emocionales” suceden. Imagina que mañana tu rutina de vida cambia intempestivamente como me sucedió a mi. A eso le denomino un accidente emocional; al igual que un accidente físico, puede detenerte, pero la gran diferencia está en que no siempre sabemos cómo reaccionar.
Nuestros ingresos emocionales
Los ingresos emocionales son esos momentos o hábitos que nos recargan. Recuerdo que una de las primeras cosas que hice cuando empecé a sentir que las cosas se salían de control fue buscar ayuda de un profesional y hacer un viaje con amigas de toda la vida. Evitaba a toda costa pensar, y cuando lo hacía, tenía mi lista de “favoritos” activa en el teléfono - una llamada puede ser tremendamente aliviadora.
Es importante preguntarse: ¿qué nos llena de energía? ¿Con quién podemos hablar sin sentirnos juzgadas? ¿Qué actividades nos ayudan a reconectar con nosotras mismas? Cada respuesta es un depósito a nuestra cuenta emocional. Así vamos creciendo nuestros “ahorros”. Es como un colchón que está ahí para sostenernos si caemos, para protegernos en emergencias, para prevenir que nos demos directo contra el piso.
En este tiempo ha sido clave para mi comprometerme a hacer depósitos diarios. Hay que intentar que no acabe el día sin que hayamos depositado a la alcancía algo que nos haga bien. En mi caso, practico el box de forma interdiaria y me aseguro de que ningún día me falte una buena conversación con mi hermana mayor, un espacio para el skincare, acariciar mis plantas o algo que me asegure el ingreso.
Nuestros egresos emocionales
Por otro lado, están los temidos egresos emocionales. Esos momentos que drenan nuestra energía a tal punto de dejarnos en números rojos. En mi caso, fue aislarme del mundo, dejar de alimentarme bien, tener conversaciones poco sanas y dejar de lado cosas propias que me apasionaban, como bailar.
A mi me tomó un tiempo identificar bien estos egresos. Por eso, es importante estar atentas a nuestras emociones. Después de cada interacción o actividad, pregúntate cómo te sientes. Si notas cansancio, irritación, ansiedad o tristeza es probable que hayas tenido un egreso emocional. A veces hay personas o tareas que nos dejan agotadas o desmotivadas. Los egresos son sutiles, así que hay que tratar de encontrar el patrón. Yo me di cuenta que mucho tiempo viendo reels en Instagram me dejaban así, por ejemplo. Lo que hice fue un canje de tiempos: trueque de los reels por videollamadas con amigas. Finalmente, el cuerpo también es un gran aliado en detectar egresos: escúchalo. Me suele pasar que cuando algo me incomoda, mi cuello sufre las consecuencias o suelo dormir más de lo habitual.
Ahora, la pregunta del millón: ¿cómo logras evitar los egresos? Si fuera por mi solo tendría ingresos, pero lo cierto es que la vida te pone en situaciones complejas. Algo que antes no hacía y me ha ayudado mucho es aprender a establecer límites. Haber aprendido a decir “no” me ha permitido tener días más tranquilos y un entorno más saludable. Esto ha sido lo más complejo para mi, pues al inicio recibí comentarios que me hacían sentir que estaba defraudando a otros (por qué ya no vienes, has cambiado, etc). He aprendido que mi tranquilidad es más importante, y que la gente que me quiere, entenderá.
Para terminar, les quiero dejar la plantilla de cuenta emocional que uso para que la puedan poner en práctica. Háganlo esta semana y verán cómo aprenden un poco más de si mismas.
Tener una cuenta emocional saludable no solo nos permite ser más resilientes en lo laboral y personal, sino también vivir con más paz. De hecho me atrevo a decir que es más importante que nuestra cuenta bancaria. ¡Ten confianza! Pronto verás los verdaderos intereses.
Un abrazo
Wendy