La Travesía de hoy llega gracias a Gudi Escudero, member en la comunidad de Laboratoria+
Hace algunas décadas, cuando los casetes aún eran el formato estrella para escuchar música, los contratos de los artistas le daban a las disqueras el control total de las canciones que formarían parte o no de un disco. Las canciones más comerciales o las que eran consideradas con mayor potencial se grababan en el lado A; era lo primero que escucharía el público al comprar el casete. Pero estos formatos tenían un lado B, donde el artista normalmente colocaba las canciones a las que les tenía más cariño. Las que tal vez no serían las más populares pero conectaban con su historia, transmitían su identidad.
Esta historia la escuché curiosamente en una conferencia llamada Economía Creativa. Dos palabras que hasta ese momento estaban lejos de tener alguna relación entre ellas, pero que en los últimos años, juntas, han cobrado un significado inmenso para mi. Yo soy economista y siempre me he considerado una admiradora del arte. De hecho siempre quise hacer arte, pero tenía otras prioridades.
Por mucho tiempo me dediqué a seguir consejos como: "Tu carrera es lo más importante", "agradece que tienes un trabajo", "esto es lo que debes hacer", "esto debes elegir, esto no". Mi “disquera” era mi familia, la sociedad, el sistema. Todos eligiendo por mí el lado A de la vida que debía seguir. Desde la universidad me encontraba llena de actividades contribuyendo a aquello esperable de mi en la sociedad. Más logros académicos, más reconocimientos profesionales, más “estatus”. El tiempo pasó y en mis primeros años de carrera seguí casi sin cuestionar el mismo camino: cursos, especializaciones, siempre ocupada con más checks que cumplir. Y así, sin darme cuenta, me convertí en esclava de mi lado A.
El viaje que lo cambió todo
Fue en diciembre de 2021, en Cusco, cuando todo se detuvo. Eran aún tiempos del COVID y después de un viaje con amigos, me vi obligada a quedarme en cuarentena, sola, por quince días. Sin el ruido del día a día, sin la urgencia de los pendientes, me encontré de frente conmigo misma. No había a dónde escapar ni nada que cumplir. ¿Quién era yo sin esa agenda saturada? ¿Dónde estaba esa parte de mí que amaba el arte, la escritura, descubrir el mundo? Me di cuenta que mi lado B había estado guardado en un cajón durante años.
Decidí que debía priorizarme, pero no tenía idea de cómo hacerlo. Pensé que una experiencia sola, en un lugar nuevo, sería un buen punto de partida, pero mi lado A necesitaba una excusa. En ese contexto, irme a estudiar fuera me pareció un camino que me permitiría explorar el mundo sin desafiar demasiado mi destino. Una especialización en Proptech (innovación en Real Estate) en Madrid apareció como respuesta: un paraguas de cinco meses bajo el cual mi lado B podría empezar a desplegarse.
Me lancé a “cruzar el charco” y cuando llegué a mi primera clase, me encontré con un mundo dominado por hombres con títulos, experiencia, pero sobre todo, una seguridad inquebrantable en ellos mismos. Recuerdo mucho las presentaciones de cada uno. Mientras ellos parecían fluir con naturalidad, yo estaba ahí, sintiéndome cada vez más pequeña con mi carrera y mis años de teoría. Me di cuenta que hasta entonces, no había tenido la necesidad de definirme, y menos tenía claro cómo hacerlo. Lo único tangible era que había pasado por diferentes áreas dentro de la misma empresa de Real Estate, era capaz de hablar de finanzas, de estrategia de negocios, de marketing, de tecnología, pero no me sentía especialista en nada, a diferencia de ellos, que con mucha seguridad se presentaban como "Gerente de Estrategia", "CEO de una startup", "Director de Research", etc.
Me costó mucho adaptarme y sentirme parte de ellos. Me di cuenta de lo frágil que era mi confianza. Irónicamente, haber pasado tantos años enfocada en mi lado A no me había equipado para el mundo. Pensando que tenían menos importancia, había descuidado completamente las herramientas emocionales y creativas que me permitirían enfrentar mis miedos.
Esa especialización me enseñó mucho más que PropTech. Fueron meses de una lucha constante entre "sí, merezco estar aquí" y "esto es mucho para mí". Empecé a entender que más que mis logros profesionales y académicos, lo que me ayudaría a adaptarme e integrarme era mi creatividad. Poco a poco me fui descubriendo capaz de resolver problemas. Fue renaciendo esa esencia escondida tras mis miedos. Unos meses después de la especialización, algunos viajes, y muchas situaciones incómodas, regresé a Lima con una sola certeza: trabajar en mi lado B. No como un hobby, sino como un pilar de mi desarrollo profesional y personal.
Me sumergí en lo desconocido: cursos de clown, teatro, escritura, arteterapia, storytelling y liderazgo. Y en ese camino encontré a Laboratoria+. Fue ahí donde entendí que el miedo a soltar el control, a priorizar lo que realmente me llena, a equilibrar ambas partes de mi vida, no era solo mío. Muchas mujeres vivimos con un lado B escondido bajo una montaña de expectativas, mientras nos convencemos de que lo único que importa son nuestros logros profesionales, nuestro crecimiento de carrera, nuestra marca personal. Pero lo cierto es que un buen profesional no puede prescindir de su creatividad, de su lado más humano, de su esencia.
Mis meses sabáticos en España fueron una escuela de vida. Aprendí a viajar sola, a tomar decisiones sin esperar validación, a ganar confianza al descubrirme capaz. Y aunque sigo buscando el equilibrio entre mi vida profesional y personal, hoy estoy más cerca de encontrarlo. Entendí que mi lado B no es un lujo ni un capricho. Es parte fundamental de quién soy, y merece un lugar en el escenario principal.
¿Cómo me estoy cumpliendo la promesa de nutrirlo? Primero, dedicándole tiempo a desarrollar estos nuevos espacios de mi vida. Dicté un curso en un instituto, empecé a hacer turismo en mi ciudad, y actualmente estoy escribiendo para un libro que es una recopilación de historias de autores que no han publicado nada antes. Estoy continuamente en talleres de manualidades y tejido, y aunque no soy muy disciplinada en el deporte, estoy muy orgullosa de mi sesión semanal de yoga y mis dos horas de natación a la semana. Además, tengo como meta personal ir a un evento al mes para hacer networking y conocer nuevas personas, y esta es la primera vez que me atrevo a escribir para un blog público. Todas estas acciones, cuyo impacto no se traduce en una promoción o un mejor sueldo, son vitales porque me nutren.
Un aprendizaje que hoy humildemente les quiero compartir es que no tenemos que elegir entre ambas partes de nuestras vidas. Somos las dos - son complementarias y cada una necesita su espacio. Pero en el mundo de hoy la presión gravita hacia enfocarnos en los logros profesionales. Por eso, lo mejor que podemos hacer para no descuidar nuestro lado B es dedicarle un espacio a eso que nos dan curiosidad, atrevernos a experimentar, y darnos la oportunidad de hacer cosas simplemente porque nos gustan. No siempre tiene que ser algo "importante". Muchas veces en las pequeñas experiencias encontramos las respuestas más grandes.
Para terminar, les quiero compartir tres libros que me han ayudado mucho a entender y valorar en conjunto los dos lados de mi vida: Originales de Adam Grant, Amplitud de David Epstein, y Creatividad de John Cleese.
Un abrazo,
Gudi
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¡Que lindo Gudi! Me sentí muy identificada. Y sí, nuestro lado B, merece un lugar en el escenario principal. 🖤
Qué gran artículo Gudi! Gracias por compartir. Qué buena reflexión, me has dejado pensando mucho. Gracias!