¿Cómo aprender a tomar mejores decisiones?
Y las herramientas y mentalidades que nos pueden ayudar a escapar las trampas del camino
A raíz del contenido y los casos que estamos preparando para el programa de Estrategias para la Toma de Decisiones en Laboratoria+, me puse a pensar en la poca atención que solemos poner al proceso de cómo tomamos decisiones. Irónicamente, muchas de estas tienen un impacto trascendental en nuestras vidas, abriendo nuevos caminos y cerrando otros.
Ojalá algún día veamos contenido que nos haga más conscientes de cómo decidimos en los sílabos de los colegios, las universidades y los talleres empresariales pero hasta entonces, les dejo por aquí algunas herramientas que pueden empezar a aplicar hoy mismo.
1. Aprende a ampliar tus alternativas
Muchas veces enfrentamos nuestras decisiones desde una mentalidad del “sí o no”. ¿Me cambio de trabajo? ¿Sí, o no? ¿Emprendo? ¿Sí, o no? ¿Contrato a esta persona? ¿Sí, o no?. El problema es que sopesar nuestras decisiones desde este lugar nos previene de considerar otras alternativas posibles. Nos encasillamos en solo dos caminos viables, cuando en realidad, si abrimos la mente la mayoría de veces nos daremos cuenta que hay muchos más posibles.
Cuando tengan alguna decisión importante por tomar, hagan el esfuerzo consciente de considerar todas las alternativas. Si estoy considerando contratar a alguien pero no estoy 100% segura, ¿tal vez puedo ofrecerle que participe de un proyecto antes de pasar a algo full-time? Si no estoy segura si hacer una maestría, ¿tal vez puedo llevar un un programa corto que me confirme si volver a estudiar es lo que quiero? Antes de mudarme de país, ¿tal vez puedo pasar unas semanas allá para ver si me adapto? No siempre son viables las opciones del medio, pero considerarlas es fundamental para ampliar de manera consciente nuestro abanico y elegir. Puede ayudarnos a reducir las altas implicancias de decidir entre opciones binarias.
2. Reconoce el impacto de tus emociones
¿Cuantas veces hemos dejado de decidir, o retrasado demasiado una decisión, por el miedo que nos genera en el corto plazo? No es que las emociones sean buenas o malas - pero sin duda juegan un papel en cómo tomamos decisiones. Sobre todo las de corto plazo pueden nublar nuestro criterio. Posponer demasiado una conversación difícil para romper una relación, por ejemplo, sea laboral o personal. Por la pena o el miedo que nos ocasiona puede ser que pospongamos la decisión difícil que sin embargo, es lo mejor para nosotras. Aquí ayuda pensar en esas emociones en el tiempo. Si termino esta relación, por ejemplo, ¿cómo me sentiré en 2 días? Probablemente muy mal. ¿Pero cómo me sentiré en 5 meses? ¿Y en 5 años? Tal vez agradecida que me atreví a hacerlo.
Y así como las emociones nos pueden llevar a posponer decisiones difíciles, ¿cuántas otras veces hemos decidido de manera abrupta, por la ilusión inmediata que nos ocasiona? Hace un tiempo, por ejemplo, mi esposo y yo decidimos que nos queríamos mudar de país y pasar un tiempo en México. Estábamos frustrados con la continua crisis política en Perú en ese momento, y México se había convertido en la ilusión de muchísimos emprendedores como nosotros, buscando escalar sus startups. Lo decidimos rápidamente después de hacer una pequeña lista de pros y cons.
La ilusión de un nuevo capítulo hizo que no nos cuestionemos demasiado. Elegimos colegio para nuestros hijos, barrio donde vivir y anunciamos el plan a nuestras familias (que nos miraron con cara de, ¿se volvieron locos?). Conforme fue acercándose nuestra fecha supuesta de partida empezó a caer la realidad poco a poco: con tres hijos pequeños, pocos ahorros y poca red en México a la cual llegar, ¿era viable hacer esta mudanza? Finalmente tuvimos que revertir nuestra decisión y quedarnos en Lima. No llegamos a mudarnos pero si invertí muchísimo tiempo y energía en todo el proceso. Sin duda si hubiese entendido mejor el papel de mi frustración e ilusión en la decisión de irnos me hubiese ahorrado un buen tiempo.
La próxima vez que una emoción las lleve a tomar una decisión, tomen una pausa para cuestionarla un poco. Pónganse en los zapatos de otra persona: ¿qué le dirían a alguien más considerando esa decisión? Escuchen ese consejo con más distancia de las emociones propias.
3. Sesgos de confirmación
¿Quién aquí no se ha encontrado sacando argumentos debajo de cada piedra que confirman lo que ya creemos? Si decidimos que la mejor estrategia para nuestra organización es reducir gastos cortando algunos roles, por ejemplo, puede que de pronto toda la “evidencia” que veamos nos diga que esta reducción es justificable y lo más estratégico. Si decidimos apoyar a cierto candidato político, puede que de pronto nos encontremos justificando sus acciones objetivamente erróneas, o desacreditando como falsa cualquier evidencia que lo perjudica.
Así, a todos nos pasa que lo que elegimos y queremos se convierte en lo que creemos. Y creemos lo que elegimos ver. Esto es humano e inevitable, pero empezar a tomar consciencia de nuestros sesgos es fundamental para ser más cuestionadoras con nuestras propias elecciones. Aunque es difícil, es lo que necesitamos para decidir mejor.
El mundo es siempre incierto y no podemos tener control del resultado de nuestras decisiones, pero volvernos mejores en el proceso de cómo las abordamos sin duda incrementa nuestras posibilidades de tomar decisiones que nos lleven a construir la vida que queremos.
Un abrazo,
Mariana