Aprendiendo a reconocer nuestro valor propio
Y recorrer un camino de autoconocimiento y aceptación para lograrlo
Ya no recuerdo bien cuándo ni cómo, pero en algún momento en los últimos tiempos logré realmente creer en una verdad que hoy atesoro en mi vida: nuestro valor no depende de qué hacemos profesionalmente, del éxito que tengamos, de los reconocimientos o el dinero que acumulemos. Todas las personas somos valiosas simplemente porque somos y existimos en el mundo.
Suena evidente pero basta con mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta lo fácil que es perder esta verdad de vista. ¿Cuántas veces nos enfocamos en conseguir ese trabajo porque sentimos que sólo así tendremos el respeto de los otros? ¿En tener ese título por el reconocimiento que implica? ¿En ganar tanto porque pensamos que es un reflejo de nuestro valor? ¿En ser de una cierta manera porque sentimos que solo así encajaremos?
Ayer escuchaba una entrevista a Jerry Colonna - un exitoso inversionista convertido en coach - donde explica cómo desde la infancia aprendemos a poner nuestro sentido de valor propio en cosas externas a nosotros mismos, como metas, logros, o hasta objetos. Creemos que solo seremos valiosas si logramos esto o lo otro. Que solo seremos queridas si respondemos a lo que nuestros padres esperan de nosotras.
Escuchando a Colonna, que creció en un hogar marcado por la violencia y la pobreza, me dolió reconocer como muchas veces desde niños sentimos que no somos suficiente. Este sentimiento puede acompañarnos a lo largo de la vida. Influye en los objetivos que nos trazamos, en las carreras que elegimos, en nuestras relaciones y nuestras acciones. Puede hacer, sin que nos demos demasiada cuenta, que dejemos de lado quiénes somos realmente para complacer expectativas externas.
Más de una vez, lo que nos impulsa a alcanzar nuevas metas es el miedo a no conseguir cierto reconocimiento, la vergüenza de no estar a la altura, o la idea de que necesitamos eso para ser valiosas. Es humano sentirnos así. A la vez, creo que madurar hacia una vida más plena implica atrevernos a reconocer nuestro valor y deconstruir nuestras motivaciones hasta lo más profundo.
Éste, por sobre todas las cosas, es un camino de autoconocimiento y aceptación. De identificar los patrones aprendidos tal vez hace muchísimos años que no nos hacen bien, y definir genuinamente, por nosotras, qué queremos. Es un camino profundamente personal, que a la vez, tiene un impacto trascendental en nuestras carreras. ¿A dónde queremos llegar y por qué? Conocernos y aceptarnos es el primer paso para poder construir un liderazgo auténtico, una carrera que nos llene, y también una vida plena.
Estoy lejos de ser experta en el tema, pero les comparto tres ideas poderosas de lo que he leído e intentando practicar en mi propio recorrido.
Primero, entender que si adjudicamos nuestro valor a lo material y pasajero, estaremos perdidas cuando perdamos esto. ¿Ser CEO? ¿Ser Directora? ¿Ser influyente o poderosa? Todo esto podemos perderlo cualquier día. Si mucho de nuestra identidad y sentido de valor está atado a estas posiciones, ¿qué pasará cuando ya no las tengamos? El vacío, probablemente, será inmenso. Alcanzar estos logros puede hacernos sentir muy orgullosas, y eso está bien. Sin embargo, tenemos que siempre cuidar que tengan el justo lugar en nuestra vida, y recordarnos que si no las alcanzamos, o lo hacemos y las perdemos, no dejaremos de ser valiosas.
Segundo, entender que si creemos que sólo si somos de cierta manera se nos querrá o aceptará, iremos dejando ir quienes somos realmente. ¿Cuántas veces no dijimos lo que pensábamos por miedo a no encajar? ¿Cuántas veces dejamos de tener una voz para evitar un conflicto? ¿Cuántas veces cambiamos algo en nosotras para sentirnos apreciadas? Yo, sin duda, muchísimas. Me tomó (y me sigue tomando) tiempo y coraje entender que si cedemos siempre a los demás, dejamos de lado quiénes somos, y es precisamente ahí donde está el valor único que podemos aportar al mundo. Esto no quiere decir que no debamos siempre ir evolucionando para ser mejores - por supuesto que sí. Pero para poder ser auténticas hay que primero aceptarnos con cariño a nosotras, y atrevernos a mostrarnos tal cual al mundo.
Tercero, trabajar en cultivar motivaciones más genuinas y nobles con nosotras mismas. Estas suelen ser las motivaciones más intrínsecas. Aspirar a alcanzar metas y nuevos logros por el sentido de propósito que nos traen, por el impacto positivo que podemos tener en otras personas, o incluso por el amor del proceso en si mismo. Querer ser mejores líderes para acompañar a otros a crecer, por ejemplo, o mejores artistas por el amor a crear. Alejarnos, más bien, de hacer las cosas por miedo, por culpa, o incluso por recompensas externas como dinero o fama. Todo eso, aunque puede funcionar en el corto plazo, corre el riesgo de dejarnos más vacías al final del día.
Estas son reflexiones un poco densas para un día cualquiera por la mañana pero también importantes. Las esperamos pronto en más espacios en Laboratoria+ para seguir dándoles cabida en compañía 💛.
Un abrazo,
Mariana
💛