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La Travesía de esta semana la escribe Sole Rojas, coach y querida mentora en Laboratoria+.
En 2017, casi por casualidad, comencé mi camino en el Coaching Apreciativo. Hasta hoy, he trabajado cientos de horas en procesos 1:1, que me han permitido conocer a personas de las más diversas profesiones, nacionalidades y formas de ver la vida. Dentro de esa heterogeneidad, he sido testigo de una constante entre mujeres que llama mi atención y hoy me he propuesto desafiar: la tendencia a invisibilizar nuestros propios logros.
Una de mis coachees me contaba que cuando se mudó de país y tuvo que buscar un trabajo remoto, escribió a muchísimas profesionales para conocerlas e ir abriendo nuevas oportunidades. A una académica, incluso, la fue a esperar afuera de su oficina hasta que la pudo atender. A cada persona que le sugerían contactar, contactaba. Esperó e insistió, hasta que logró conversar con varias. Consiguió así pertenecer a un grupo de investigadoras y juntas pudieron postular a un proyecto que finalmente le abrió un nuevo camino laboral.
Luego de escucharla, le pregunté cómo había sido su carrera. Resulta que su vida profesional estaba llena de grandes oportunidades que ella misma había perseguido para luego tomar con un profesionalismo ciego. Con ese mismo ímpetu, había viajado a estudiar un magíster dictado en un idioma que no era el suyo, en un área que no conocía, para poder desarrollarse en una temática social que la había enamorado.
“Es que he tenido mucha suerte”, sentenció.
Imagino que ya sabes para dónde va este texto, pero si no, sigo contándote.
Otra de mis coachees, con una larga historia de baja autoestima, me comentó que no se consideraba perseverante. Llevaba semanas conociéndola así que le pregunté si a su hija, ahora universitaria, algún día en sus 12 años de colegio dejó de prepararle el desayuno. Me miró descolocada, como si tal idea fuera una locura. “Nunca”, me dijo ella. “Eso es ser perseverante”, le dije yo.
Muchas mujeres somos incapaces de ver nuestros méritos en la vida personal, ni qué decir de nuestros grandes logros laborales: pareciera que nunca somos suficiente muestra de tesón. Tendemos a señalar a la suerte, el privilegio, o el destino como responsables de nuestro actual lugar en el mundo.
Y aunque esto pueda parecer un acto de humildad, la realidad es que el impacto de no ver y reconocer nuestros logros es grande. No sólo desmerecemos el esfuerzo y constancia que hemos puesto en alcanzarlos, pero muchas veces resulta en que al final del día no nos sintamos contentas, realizadas o suficientes con nuestra carrera y vida.
La autoestima, así como la satisfacción personal, tiene más que ver con lo que te dices a ti misma que con quién eres o lo que haces. Cuando invisibilizas el trabajo invertido en alcanzar tus metas, sin quererlo terminas pensando que has hecho poco.
Generosa con los otros pero no contigo
Mi historia de vida fue bastante particular en la infancia y felizmente desarrollé la capacidad de valorar y alegrarme por cada uno de mis pasos, convirtiéndome en mi principal admiradora. Esto, sumado a mi cariñosa voz interior, se convirtió en un auténtico superpoder para sortear las dificultades que enfrentaría a partir de la juventud. También ha sido mi herramienta para distinguir el esforzado camino de otras mujeres a mi alrededor.
Si tú aún no has desarrollado el superpoder de mirarte bonito, es posible que tengas facilidad para ver los esfuerzos y logros de tu pareja, familiares y colaboradores, pero no los tuyos. Que sepas identificar los avances de cada uno de ellos y tomes unos minutos para felicitarlos o darles ánimo si notas su cansancio, pero no hagas lo mismo contigo.
Con la misma alegría con que identificamos lo mucho que otros han avanzado, nos debemos a nosotras mismas mirar el camino que hemos recorrido observando su longitud y dificultad. Cada paso que has dado supone una apuesta y una dosis de esfuerzo que debes reconocer porque nadie más puede hacerlo. Tu vida interior merece ser alimentada con cada nueva conquista, como conseguir el ascenso que querías, lograr una buena charla, atreverte a comenzar una conversación incómoda, o vender tu trabajo por primera vez.
No es justo que tengas un triunfo y al instante te vayas a comprar ingredientes para la cena. Te mereces darte el espacio para reconocer y valorar antes de seguir.
Somos lo que hemos construído.
Hace poco le pregunté a mi amiga Caro cómo estaba. Su respuesta fue “bien, tú sabes que en mi vida no pasa nada”. Siendo niña ella leyó más libros que muchos de los adultos que conozco en toda su vida. Dejaba lista su ropa en una silla para el día siguiente, estudiaba para cada prueba, solo comenzaba a jugar después de haber hecho sus tareas, mantenía ordenadas sus cosas, cuidaba a sus animales, saludaba con amabilidad y era discreta. Ingresó a una de las mejores universidades, titulándose sin reprobar ningún ramo y en sus estudios de postgrado conoció a su marido, con quien ha construído una pareja feliz y una familia cariñosa. Hoy, tiene uno de los cargos más altos en una compañía relacionada con la minería, luego de una carrera ascendente desde el día que puso un pie en esa firma, hace 17 años.
Claro que en su vida parece no pasar nada, porque su constancia y dedicación han evitado muchos vaivenes, y porque al entregarse por entero a cada desafío que acepta, es difícil que no roce el éxito. Tras bambalinas, ella ha invertido muchísimas horas en crear buenos hábitos, ha priorizado sus relaciones importantes, y se ha comprometido con cada oportunidad académica y laboral sin temor a ser aprendiz una vez más.
Cada una de nosotras ha convertido su azaroso orígen en una historia que merece ser vivida y apreciada. Tú estás donde estás porque has peleado las batallas necesarias para llegar ahí. Has trabajado sin excusa para avanzar hasta esa posición, has resistido tormentas de tu entorno y de tu mente, te has incorporado luego de varias caídas y decepciones. No necesito conocerte para saberlo.
Hoy quiero regalarte cuatro acciones que te pueden ayudar a otorgarle valor a todo eso que haces.
Escribe un diario de gratitud: incorpora logros, aprendizajes, talentos, y cualidades. Convierte el acto de agradecer en un hábito de todos los días.
Reconoce lo que haces: imagina que te ves desde fuera ¿Qué hiciste hoy? ¿Qué has hecho en los últimos meses por tu trabajo y tus relaciones? Contabiliza tus avances, las veces que tomas riesgos y te sobrepones al miedo, las oportunidades que no has dejado pasar, los cuidados que has otorgado a las personas que amas, los apoyos que has entregado a otros dejando tus necesidades pasar.
Cambia tu discurso: comienza a hablarte con la dulzura con que le hablarías a una niña de 3 años. Si puedes ser dulce y justa con otros, lo puedes ser contigo. Celebra tus logros y dedícate palabras llenas de orgullo.
Pide ayuda: si no logras ver lo mucho que has hecho, busca apoyo en otros que pueden mirar tu historia desde afuera.
Tú lees esta publicación porque tomaste la iniciativa de suscribirte a este newsletter y en vez de dejarlo reposar en tu bandeja de entrada, lo abriste y comenzaste a leer. Si se lo envías a otra mujer y algo de lo que lee le hace sentido profundo, no será solo que “llegó en el momento preciso”. Será una cadena de acciones que comienza con una mujer increíble invitándonos a escribir en Travesías y conmigo tecleando feliz en un café de Santiago de Chile. Empecemos a visibilizar el camino que todas hemos recorrido hasta encontrarnos aquí.
Un abrazo,
Sole
Las próximas semanas en la membresía de Laboratoria+ están 🔥🔥🔥. Las invito a revisar nuestro próximo curso de cuatro semanas: Inteligencia Emocional: una experiencia de aprendizaje para entender el impacto de tus emociones en el trabajo y transformar tus relaciones. Tenemos además nuevas mentoras increíbles (como Sole) con quienes puedes tener espacios de guía individuales, eventos presenciales para conectar entre members (mujeres cracks creciendo en diversas industrias), y hasta un running club 😎 (porque por qué no, varias vamos a correr 21k!)
😍🤗 me encantó, gracias
Qué lindo 🙂
Espero agendar una mentoría pronto con Sole!